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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

El rugido enloquecido de Sinj<strong>un</strong> vibró a través del pesado aire de la tarde, ahogando por<br />

completo el alboroto habitual del circo. La jaula tembló cuando Sinj<strong>un</strong> lanzó su enorme cuerpo<br />

contra los barrotes, casi como si estuviera intentando llegar a Neeco para protegerla. Alarmado, el<br />

domador soltó la muñeca de Daisy y se volvió hacia los rugidos.<br />

Sinj<strong>un</strong> aplanó las orejas contra la cabeza y le siseó al hombre. Daisy le arrancó de <strong>un</strong> tirón la<br />

manguera.<br />

—Condenado tigre loco —masculló Neeco. —Alguien debería haberlo doblegado hace años.<br />

Daisy envió otro chorro de agua a la jaula. Con más seguridad de la que sentía, le dijo:<br />

—No le gusta que te metas conmigo.<br />

—Mira eso, Neeco —dijo Digger. —A ese cabrón le gusta el agua.<br />

—¿Qué coño pasa aquí?<br />

Todos se volvieron hacía Alex, que se acercaba a ellos. Daisy se limpió los ojos con la manga de<br />

la camisa sucia mientras seguía ap<strong>un</strong>tando el chorro de agua hacia la jaula del tigre.<br />

—Daisy ha decidido duchar a Sinj<strong>un</strong> —dijo Neeco.<br />

—¿Duchar a Sinj<strong>un</strong>? —Alex la observó con esos inescrutables ojos rusos.<br />

—Sinj<strong>un</strong> tenía calor —explicó ella débilmente. —Quería que lo refrescara.<br />

—¿Te lo ha dicho él?<br />

Daisy estaba demasiado agotada para responder. Además, ¿cómo podía explicarle que Sinj<strong>un</strong> se<br />

había com<strong>un</strong>icado con ella? Ni siquiera ella podía comprender esa especie de conexión mística<br />

que parecía tener con el tigre.<br />

Dirigió el chorro del agua al barro que se había acumulado en el fondo de la jaula.<br />

—Estas jaulas están asquerosas. Habría que limpiarlas con más frecuencia.<br />

Digger se mostró ofendido.<br />

—Yo no puedo con todo. Si crees que las jaulas están asquerosas, quizá deberías limpiarlas tú<br />

misma.<br />

—Vale. Lo haré.<br />

¿Qué estaba diciendo? Sólo <strong>un</strong>os minutos antes, había decidido irse de allí, y ahora se ofrecía<br />

vol<strong>un</strong>taria para echarse más trabajo a la espalda. ¿Cómo iba a poder encargarse de otra tarea si<br />

casi no lograba terminar las que le asignaban?<br />

Alex fr<strong>un</strong>ció el ceño.<br />

—Daisy, tú ya haces demasiado. Apenas te mantienes en pie y no quiero que hagas nada más.<br />

La joven ya estaba <strong>un</strong> poco harta de que su marido le dijera lo que podía o no podía hacer.<br />

—Ya he dicho que lo haría, y lo haré. Ahora, a menos que Neeco y tú queráis acabar tan<br />

mojados como Digger, será mejor que me dejéis sola.<br />

La sorpresa brilló en los ojos de Alex. Neeco la presionó más.<br />

—Daisy no consigue siquiera terminar las tareas que le asigno. ¿Cómo se va a ocupar también<br />

de las fieras?<br />

—No lo hará —dijo Alex firmemente.<br />

—Lo haré.<br />

—Daisy...<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 95

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