Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Daisy volvió la cabeza y vio que Alex se acercaba a ella. La miró de arriba abajo y se quedó<br />
helada bajo el impacto de esos ojos fríos e impersonales.<br />
—Aún te queda algo de tiempo libre antes de la f<strong>un</strong>ción —dijo. —¿Por qué no vas a ducharte y<br />
luego cenamos algo?<br />
—¿La f<strong>un</strong>ción?<br />
—Ya sabes que es parte de tu trabajo.<br />
—Pero no esta noche. Es imposible que pueda hacer nada esta noche. ¡Mírame!<br />
Mientras la observaba, Alex casi se rindió. La parte más decente de sí mismo le exigía que la<br />
dejara en paz por esa noche. Estaba pálida debido al agotamiento y tan sucia que era imposible<br />
reconocerla. El único rastro de cosméticos en su cara era la mancha de rímel bajo los ojos. Su<br />
pequeña boca tenía <strong>un</strong> gesto de tristeza y Alex pensó que n<strong>un</strong>ca había estado en presencia de<br />
alguien que estuviera tan a p<strong>un</strong>to de quebrarse.<br />
Sintió <strong>un</strong>a renuente chispa de admiración ante el hecho de que ella estuviera todavía en pie.<br />
Por la forma que había manejado la pala supo lo difícil que le había resultado todo aquello. La<br />
joven lo había dejado sorprendido. Por desgracia, aquella pequeña rebelión sólo había prolongado<br />
lo inevitable.<br />
¿Por qué no se rendía? No sabía de dónde había sacado las fuerzas para llegar hasta allí, pero sí<br />
que acabaría por ceder, y se negaba a torturarla más. Luchó contra esa debilidad interior que lo<br />
impulsaba a ablandarse, sabiendo que sería <strong>un</strong>a crueldad presionarla. Pero tenía que hacerlo si<br />
quería que Daisy aceptara la verdad.<br />
Se recordó con firmeza que era <strong>un</strong>a ladrona y que, a pesar de las circ<strong>un</strong>stancias, no podía<br />
perdonárselo.<br />
—La primera f<strong>un</strong>ción es a las seis. Saldrás con los elefantes.<br />
—Pero...<br />
Se fijó en que ella tenía <strong>un</strong> corte en la palma de la mano y se la agarró con rapidez para<br />
examinarla.<br />
—¿Cuánto hace que te vac<strong>un</strong>aste del tétanos?<br />
Lo miró sin comprender.<br />
—La vac<strong>un</strong>a del tétanos. Por la infección.<br />
Ella parpadeó; estaba tan agotada que él tuvo que resistir el deseo de cogerla en brazos y<br />
llevarla a la caravana. Alex no quiso pensar lo que sería sentir ese menudo y suave cuerpo entre<br />
sus brazos. Si no hubiera robado ese dinero, hubieran pasado la noche anterior en la misma cama,<br />
pero al ver lo que había hecho, él se había enfurecido tanto que no había confiado en sí mismo<br />
para tocarla. No había deseado tocarla.<br />
—¿Cuándo te has vac<strong>un</strong>ado del tétanos? —repitió el bruscamente.<br />
Ella se miró el corte.<br />
—El año pasado. Me corté en el yate de Biffy Brougenhaus.<br />
«Santo Dios.» ¿Cómo podía estar casado con <strong>un</strong>a mujer que conocía a alguien llamado Biffy<br />
Brougenhaus? Al diablo con ella.<br />
—Échate <strong>un</strong> poco de antiséptico —le espetó— y procura estar lista a tiempo para la f<strong>un</strong>ción o<br />
también te encargarás del remolque del caballo.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 84