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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Mientras la miraba, el semblante de Alex se endureció todavía más. Siempre se había sentido<br />

orgulloso de su sentido de la justicia, pero ella lo hacía sentir como <strong>un</strong> matón malhumorado. Otro<br />

p<strong>un</strong>to más en contra de ella.<br />

Daisy sobrevivió a la f<strong>un</strong>ción, básicamente porque el cansancio la había entumecido de tal<br />

manera que no le dio vergüenza aparecer en público vestida con el minúsculo maillot rojo. A<strong>un</strong>que<br />

Alex le había dicho que desfilaría con los elefantes, había ocupado <strong>un</strong> lugar algo más atrás, como si<br />

fuera <strong>un</strong> miembro de los Tolea Voladores.<br />

Se había obligado a ducharse, algo que le había resultado muy doloroso por los arañazos que le<br />

cubrían los brazos. Se lavó y secó el pelo y se maquilló más de lo habitual siguiendo las<br />

instrucciones de Alex. Entre ambas f<strong>un</strong>ciones, se quedó dormida en la caravana con <strong>un</strong> sándwich<br />

de mantequilla de cacahuete en la mano. Si él no la hubiera despertado se habría perdido la<br />

seg<strong>un</strong>da f<strong>un</strong>ción.<br />

Al finalizar, Neeco la detuvo cuando salía por la puerta de los artistas.<br />

—Digger necesita que le eches <strong>un</strong>a mano para subir a los elefantitos al camión.<br />

Digger no parecía necesitar ayuda, pero ése era su trabajo y ella no quería que Alex le echara<br />

nada en cara.<br />

—No seré de mucha ayuda —dijo ella.<br />

—Tienen que acostumbrarse a ti, eso es todo.<br />

Daisy se puso <strong>un</strong>a bata azul de Alex que había encontrado colgada en la percha del cuarto de<br />

baño. A<strong>un</strong>que se enrolló las mangas, todavía le quedaba enorme, pero era apropiada para<br />

preservar su pudor.<br />

Al ver que los elefantitos salían en ese momento por la puerta trasera, Daisy se acercó a Digger.<br />

—¿Necesitas ayuda?<br />

—No te pasees por delante de ellos, todavía les pones nerviosos.<br />

Se puso detrás de Digger, a varios metros de distancia de los elefantes. No tuvo ningún<br />

problema en reconocer a Tater dado que era el más pequeño de los cuatro; recordaba de sobra el<br />

golpe que le había dado y lo miró con resentimiento mientras él trotaba detrás de Puddin cogido<br />

de su cola. Cuando llegaron a la estaca, Digger los ató con <strong>un</strong>a correa.<br />

—Ven aquí, Bam. Acércate Daisy, así aprenderás cómo se hace.<br />

Daisy estaba tan atenta a lo que él estaba haciendo con Bam que no se dio cuenta de que Tater<br />

se había acercado a ella por detrás, hasta que sintió <strong>un</strong> cosquilleo húmedo, suave como <strong>un</strong>a<br />

caricia, por el lateral de su cuello. Dio <strong>un</strong> gritito y saltó hacia atrás, alejándose de la trompa<br />

extendida del elefante.<br />

El elefantito la miró con <strong>un</strong> brillo testarudo en los ojos, se acercó a ella y alargó la trompa de<br />

nuevo. Demasiado tensa para moverse, Daisy se quedó mirando las fosas nasales de la trompa que<br />

cada seg<strong>un</strong>do estaban más cerca de ella.<br />

—Tater b-bonito. Elefantito b-bonito. —Emitió <strong>un</strong> chillido asustado cuando Tater le metió la<br />

trompa por el cuello, abriéndole la bata. —Digger... —gritó.<br />

Digger la miró y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.<br />

—¿Te has puesto perfume?<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 85

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