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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

En ese momento la intención de Sheba era poner en práctica el plan que hacía días que le<br />

rondaba la mente. Tenía cabeza para los negocios —siempre pensaba en lo mejor para el circo,<br />

por encima de sus sentimientos perenales, —pero lo que se le había ocurrido haría que Alex viera<br />

con otros ojos a su esposa.<br />

Se detuvo detrás de él mientras éste estaba trajinando en la grúa de montaje del circo. La<br />

camiseta húmeda K le pegaba a los firmes músculos de la espalda. Recordó el tacto de esa piel<br />

tensa bajo las manos, pero en lugar de excitarla ese recuerdo hizo que sintiera asco de sí misma.<br />

Sheba Quest, la reina de la pista central, le había robado a ese hombre que la amara y él la había<br />

rechazado. El rencor hizo que se le revolviera el estómago.<br />

—Tenemos que hablar sobre tu número.<br />

Él cogió <strong>un</strong> trapo grasiento y se limpió las manos con él. Alex siempre había sido <strong>un</strong> mecánico<br />

de primera y reparar la grúa no era <strong>un</strong> problema para él, a<strong>un</strong>que hora mismo Sheba no sentía<br />

ningún tipo de gratitud por el dinero que le ahorraba.<br />

—Dime.<br />

La mujer levantó la mano para protegerse los ojos del sol, tomándose su tiempo, haciéndole<br />

esperar. Tardó <strong>un</strong> buen rato en hablar.<br />

—Deberías hacer algún cambio. No lo has hecho desde la última gira y aún queda demasiada<br />

temporada para seguir repitiendo lo mismo.<br />

—¿Qué has pensado?<br />

Sheba cogió las gafas de sol con las que se retiraba d pelo de la cara.<br />

—Quiero que Daisy intervenga en tu número.<br />

—Olvídalo.<br />

—¿Crees que no podrá hacerlo?<br />

—Sabes muy bien que no.<br />

—Bueno, pues tendrá que hacerlo. ¿O es que ahora es ella quien lleva los pantalones en tu<br />

casa?<br />

—¿Qué pretendes, Sheba?<br />

—Daisy es ahora <strong>un</strong>a Markov. Es hora de que comience a comportarse como tal.<br />

—Eso es as<strong>un</strong>to mío, no tuyo.<br />

—No mientras yo siga siendo la dueña del circo, Daisy sabe cómo meterse al público en el<br />

bolsillo y tengo intención de aprovecharlo. —Le dirigió a Alex <strong>un</strong>a larga y dura mirada. —Quiero<br />

que actúe en el espectáculo, Alex, te doy dos semanas para prepararla. Si se niega a hacerlo<br />

recuérdale que, si quiero, todavía puedo den<strong>un</strong>ciarla.<br />

—Estoy harto de tus amenazas.<br />

—Entonces limítate a pensar en lo que es mejor para el espectáculo.<br />

Alex terminó de reparar la grúa y se dirigió a la caravana para lavarse las manos llenas de grasa.<br />

Mientras tomaba el cepillo de las uñas y el jabón de debajo del fregadero, se obligó a reconocer<br />

que Sheba tenía razón. Daisy sabía cómo camelar al público y, a<strong>un</strong>que no había querido admitirlo<br />

antes, ya había pensado en incluirla en el número. Su reticencia provenía de lo difícil que sería<br />

entrenarla.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 124

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