Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Brookfield, pero no que había sido su dinero el que lo había hecho posible. La gorila tenía <strong>un</strong><br />
nuevo y precioso hogar gracias a él.<br />
—¿Por qué haces esto? —preg<strong>un</strong>tó él. —La gente de Webley no recogerá a Sinj<strong>un</strong> hasta el<br />
amanecer. —La expresión de Sheba se volvió astuta. —Será entonces cuando firme los papeles,<br />
pero siempre puedo cambiar de idea.<br />
—Ah, así que llegamos al meollo del as<strong>un</strong>to, ¿verdad, Sheba? —susurró Alex con voz apenas<br />
audible.<br />
Sheba miró a Daisy, que todavía estaba fuera de la pista al lado de Brady.<br />
—Eso te gustaría, ¿verdad, Daisy? Que detuviera todo esto. Puedo hacerlo, ya lo sabes. Con <strong>un</strong>a<br />
simple llamada telefónica.<br />
—Claro que puedes —siseó Alex. —¿Qué tengo que hacer para que hagas esa llamada?<br />
Sheba se volvió hacia él y fue como si Brady y Daisy hubieran dejado de existir, quedando sólo<br />
ellos dos frente a frente en medio de la pista; algo para lo que ambos habían nacido. Sheba acortó<br />
la distancia que había entre ellos moviéndose sinuosamente, casi como <strong>un</strong>a amante, pero no<br />
existía ni pizca de amor entre ellos.<br />
—Ya sabes lo que tienes que hacer.<br />
—Dímelo de todas maneras.<br />
Sheba se giró hacia Daisy y Brady.<br />
—Dejadnos solos. Esto es entre Alex y yo.<br />
—¡Esto es <strong>un</strong>a locura! Eso es lo que es. ¡Si hubiera sabido lo que estabas maquinando, juro por<br />
Dios que te hubiera sacudido hasta que olvidaras tal gilipollez! —explotó Brady.<br />
Sheba ni siquiera se inmutó ante aquel arrebato de ira.<br />
—Si Daisy y tú no os vais de aquí, será el final del tigre.<br />
—Marchaos —dijo Alex. —Haced lo que dice. Brady se volvió hacia él.<br />
—No dejes que te corte las pelotas. Lo intentará, pero no dejes que llegue a ese extremo —dijo<br />
con amargura. Parecía como si hubiese perdido la fe en todo lo que creía.<br />
—Lo intentaré —repuso Alex suavemente.<br />
Daisy le dirigió <strong>un</strong>a mirada suplicante, pero él estaba concentrado en Sheba y no se dio cuenta.<br />
—Venga, Daisy. Vámonos de aquí. —Brady le pasó el brazo por los hombros y la llevó hacia la<br />
puerta trasera. Tras tantos meses aprendiendo a luchar, Daisy intentó resistirse, pero sabía que<br />
Alex era la única esperanza de Sinj<strong>un</strong>.<br />
Una vez fuera, respiró hondo. Era <strong>un</strong>a noche fría y comenzaron a castañetearle los dientes.<br />
—Lo siento, Daisy. No pensé que llegaría tan lejos —susurró Brady, abrazándola.<br />
Dentro se oyó la desdeñosa voz de Alex sólo <strong>un</strong> poco amortiguada por la lona de la carpa.<br />
—Eres <strong>un</strong>a mujer de negocios, Sheba. Si me vendes a Sinj<strong>un</strong> te compensaré generosamente.<br />
Todo lo que tienes que hacer es poner el precio.<br />
Fue como si Brady y Daisy hubieran echado raíces en ese lugar; sabían que debían irse pero<br />
eran incapaces de hacerlo. Luego Brady cogió a Daisy de la mano y la hizo atravesar las sombras<br />
hasta la puerta trasera, donde no podían ser vistos pero tenían <strong>un</strong>a vista parcial de la pista central.<br />
Daisy vio cómo Sheba acariciaba el brazo de Alex.<br />
—No es tu dinero lo que quiero. Ya deberías saberlo. Lo que quiero es doblegar tu orgullo.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 246