Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
—Supongo que no puedes evitarlo. Probablemente sea por la manera en que te criaste, a<strong>un</strong>que<br />
no es que me haya creído esa historia de los cosacos —hizo <strong>un</strong>a pausa. —Porque es falsa,<br />
¿verdad?<br />
Él la miró como si se hubiera vuelto loca.<br />
—Sí, claro que sí—se apresuró a decir ella. —Cuando me refiero a la intimidación, me refiero a<br />
tus amenazas y a... —respiró hondo— ese látigo.<br />
—¿Qué pasa con él?<br />
—Sé algo de sadomasoquismo. Si tienes ese tipo de inclinaciones, te agradecería que me lo<br />
dijeras ahora en vez de soltar indirectas.<br />
—¿De qué estás hablando?<br />
—Los dos somos adultos y no hay ning<strong>un</strong>a razón para que finjas que no me entiendes.<br />
—Me temo que tendrás que ser más clara. Ella no podía creer que fuera tan obtuso.<br />
—Me refiero a esos indicios que muestras de perversión sexual.<br />
—¿Perversión sexual?<br />
Como seguía mirándola sin comprender, ella gritó frustrada.<br />
—¡Por el amor de Dios! Si piensas golpearme y luego hacer el amor conmigo, dímelo. «Oye,<br />
Daisy, me gusta dar latigazos a las mujeres con las que me acuesto y tú eres la siguiente de la<br />
lista.» Al menos sabría lo que se te pasa por la cabeza.<br />
Él enarcó las cejas.<br />
—¿Eso haría que te sintieras mejor?<br />
Ella asintió.<br />
—¿Estás segura?<br />
—Tenemos que comenzar a com<strong>un</strong>icarnos.<br />
—Como quieras. —La miró con ojos chispeantes. —Me gusta dar latigazos a las mujeres con las<br />
que me acuesto y tú eres la siguiente de la lista. Ahora voy a darme <strong>un</strong>a ducha.<br />
Entró en el cuarto de baño y cerró la puerta.<br />
Daisy se mordisqueó el labio inferior. Aquello no había salido precisamente como había<br />
planeado.<br />
Alex se rio entre dientes mientras el agua de la ducha caía sobre su cuerpo. Esa bella cabecita<br />
hueca le había proporcionado más diversión en las últimas veinticuatro horas de la que había<br />
obtenido en todo el año anterior. O puede que incluso más. Su vida era normalmente <strong>un</strong> as<strong>un</strong>to<br />
muy serio. La risa era <strong>un</strong> lujo que no se había podido permitir mientras crecía, así que n<strong>un</strong>ca había<br />
desarrollado esa costumbre. Pero era normal cuando se había visto obligado a soportar toda clase<br />
de agravios para obtener <strong>un</strong>a sonrisa.<br />
Recordó el comentario de Daisy sobre la perversión sexual. Si bien no era su tipo de mujer, no<br />
podía negar que había tenido pensamientos sexuales sobre ella. Pero no consideraba que fueran<br />
pervertidos. Para <strong>un</strong> hombre era difícil no pensar en el sexo cuando tenía que hacer frente a esos<br />
prof<strong>un</strong>dos ojos color violeta y a esa boca que parecía hecha para besar.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 31