Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
—El interior está mucho mejor; lo he arreglado. Abrió la puerta y lo invitó a entrar, pero a pesar<br />
de los cambios que ella había hecho, Max no se sintió más impresionado con el interior que con el<br />
exterior.<br />
—Creo que Alex podría haber conseguido algo mejor.<br />
A<strong>un</strong>que resultara extraño, aquella crítica la hizo ponerse a la defensiva.<br />
—Es perfecto para nosotros.<br />
Max se quedó mirando la única cama de la caravana durante <strong>un</strong> buen rato. Daisy creía que la<br />
imagen lo haría sentir incómodo, pero si fue así, ella no lo notó.<br />
Mientras ponía el agua a hervir en la cocina, él sacudió el sofá antes de sentarse, como si<br />
temiera contraer alg<strong>un</strong>a enfermedad. Daisy se sentó frente a él mientras esperaba a que el agua<br />
hirviera.<br />
El incómodo silencio que se extendió entre ellos fue roto finalmente por su padre.<br />
—¿Cómo os lleváis Alex y tú?<br />
—Bien.<br />
—Es <strong>un</strong> hombre estupendo. Casi nadie logra sobreponerse a <strong>un</strong>a infancia como la suya. ¿Te ha<br />
contado cómo nos conocimos?<br />
—Me ha dicho que le salvaste la vida.<br />
—No sé si eso será cierto, pero cuando lo conocí su tío le estaba dando <strong>un</strong>a paliza detrás de<br />
<strong>un</strong>as camionetas. Lo sujetaba contra el suelo con <strong>un</strong> pie mientras lo azotaba con <strong>un</strong> látigo.<br />
Daisy se sorprendió. Alex le había dicho que había sido maltratado, pero oírlo de labios de su<br />
padre lo hacía parecer aún más horrible.<br />
—La camisa de Alex estaba hecha jirones. Tenía verdugones rojos por toda la espalda; alg<strong>un</strong>os<br />
de ellos sangraban. Su tío le maldecía por alg<strong>un</strong>a tontería mientras lo azotaba con todas sus<br />
fuerzas. —Daisy cerró con fuerza los ojos, deseando que su padre dejara de hablar, pero él<br />
continuó. —Lo que más me impactó es que Alex se mantenía en absoluto silencio. No lloraba. No<br />
pedía ayuda. Sólo aguantaba. Fue lo más trágico que he visto en mi vida.<br />
Daisy se sintió enferma. No era de extrañar que Alex no creyera en el amor.<br />
Su padre se reclinó en el sofá.<br />
—Irónicamente yo no tenía ni idea de quién era el niño. Por aquel entonces Sergey Markov<br />
viajaba en el viejo Circo Curzon y decidí ir a verlo a donde se habían instalado en Fort Lee. Por<br />
supuesto, había oído rumores sobre la relación familiar. Incluso la había investigado para<br />
asegurarme de que era auténtica, pero siempre soy escéptico con historias como ésas y, al<br />
principio, no me lo creí.<br />
A<strong>un</strong>que Daisy conocía la pasión de su padre por la historia rusa, no sabía que ésta se extendiera<br />
hasta el circo. Cuando la tetera comenzó a silbar, se dirigió ni fogón.<br />
—Pero la relación es autentica. Los Markov son <strong>un</strong>a de las familias más famosas de la historia<br />
del circo —dijo Daisy.<br />
Él la miró con extrañeza mientras ella comenzaba t preparar el té.<br />
—¿Los Markov?<br />
—Al parecer la mayoría de las generaciones conservó el apellido de las mujeres. ¿No te parece<br />
algo inusual?<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 158