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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

allí cuando había oído el rugido aterrorizado de Sinj<strong>un</strong>. Se dio cuenta de que la tormenta lo había<br />

asustado.<br />

El tigre estaba a la intemperie, expuesto a los elementos mientras todos ayudaban a desmontar<br />

el circo. Al principio Daisy se había quedado j<strong>un</strong>to a la jaula, pero el embate de la lluvia y del<br />

viento hacía que le resultara difícil mantenerse en pie. Sinj<strong>un</strong> se puso frenético cuando ella intentó<br />

resguardarse debajo de la jaula y, sin que le quedara otra elección, se había metido dentro con él.<br />

Ahora la rodeaba como si fuera <strong>un</strong> gato grande. Daisy sentía la vibración de la respiración y del<br />

ronroneo del felino en la espalda y gracias al calor del animal no tenía frío. Se acurrucó contra él y<br />

se sintió tan segura como <strong>un</strong>as horas antes, cuando se encontraba entre los brazos de Alex.<br />

Daisy no estaba en la camioneta.<br />

Daisy no estaba en la caravana.<br />

Alex atravesó el recinto buscándola frenéticamente. ¿Que habría hecho esta vez? ¿Dónde se<br />

habría metido? ¡Maldita sea, todo eso era culpa suya! Sabía de sobra lo loca que estaba; debería<br />

haberla acompañado a la camioneta y, ya puestos, atado al volante.<br />

Alex siempre se había sentido orgulloso de mantener la cabeza fría ante <strong>un</strong>a crisis, pero ahora<br />

no podía pensar. La tormenta amainó después de que aseguraran la carpa y pasaron <strong>un</strong>os cuantos<br />

minutos revisando los daños superficiales; el cristal delantero de <strong>un</strong>o de los camiones estaba<br />

salpicado de escombros y <strong>un</strong>o de los puestos había volcado por el viento. La lona del circo tenía<br />

algún desgarrón, pero no parecía haber sufrido daños serios. Tras asegurarse de que todo estaba<br />

en orden decidió ir a buscar a Daisy. Sin embargo, cuando llegó a la camioneta, y vio que no estaba<br />

allí, sintió cómo el pánico le atenazaba las entrañas.<br />

¿Por qué no la había vigilado de cerca? Era demasiado frágil, demasiado confiada. «Dios mío,<br />

que no le haya ocurrido nada.»<br />

Vio <strong>un</strong> destello de luz al otro lado del recinto, pero <strong>un</strong>o de los remolques le bloqueaba la vista.<br />

Mientras corría hacia allí, oyó la voz de Daisy y se le aflojaron los músculos de puro alivio. Rodeó el<br />

vehículo con rapidez y pensó que n<strong>un</strong>ca había visto nada más hermoso que Daisy sosteniendo <strong>un</strong>a<br />

linterna y dirigiendo a dos de los empleados para que cargaran la jaula de Sinj<strong>un</strong> en la parte<br />

trasera del camión que transportaba a las fieras.<br />

Quiso sacudirla por haberle hecho pasar tanto miedo, pero se contuvo. No era culpa suya que<br />

él se hubiera convertido en <strong>un</strong> debilucho y <strong>un</strong> cobarde.<br />

Cuando lo vio, Daisy esbozó <strong>un</strong>a sonrisa tan llena de felicidad que hizo que el calor alcanzara los<br />

dedos de los pies de Alex.<br />

—¡Estás bien! Estaba tan preocupada por ti.<br />

Él se aclaró la garganta y tomó aliento para tranquilizarse.<br />

—¿Necesitas que te eche <strong>un</strong>a mano?<br />

—Creo que ya estamos acabando —dijo Daisy, subiéndose al camión.<br />

A<strong>un</strong>que Alex quería llevarla a la caravana y amarla hasta la mañana siguiente, la conocía lo<br />

suficiente como para saber que ning<strong>un</strong>a baladronada por su parte la apartaría del camión hasta<br />

que estuviera totalmente segura de que los animales a su cargo estaban bien resguardados. Si se<br />

lo permitía, incluso les habría leído <strong>un</strong> cuento antes de arroparlos.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 186

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