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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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CAPÍ ÍTULLO 21<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Alex estuvo imposible toda la semana. Desde que fueron a cenar para luego disfrutar de<br />

aquellos juegos eróticos, buscó todo tipo de excusas para discutir con ella. Incluso en ese<br />

momento la miraba con el ceño fr<strong>un</strong>cido mientras se secaba el sudor de la frente con el brazo.<br />

—¿No podías haber rellenado la bombona de gas cuando fuiste a hacer la compra al pueblo?<br />

—Lo siento, pero no sabía que estaba vacía.<br />

—N<strong>un</strong>ca te fijas en nada —añadió él con acritud. —¿Qué crees? ¿Que se rellena sola?<br />

Daisy apretó los dientes. Parecía como si se hubieran acercado demasiado aquella noche y<br />

necesitara distanciarse de ella otra vez. Por el momento había logrado esquivar todas las granadas<br />

que le había lanzado, pero cada vez le resultaba más difícil mantener a raya su propio<br />

temperamento. En ese instante tuvo que contenerse para hablar con calma.<br />

—No sabía que querías que lo hiciera yo. Siempre te has ocupado tú de esas cosas.<br />

—Sí, pero por si no te has dado cuenta, he estado muy ocupado últimamente. Han enfermado<br />

los caballos, se incendió la carpa de la cocina y ahora tenemos a <strong>un</strong> inspector de sanidad<br />

amenazando con multarnos por saltarnos no sé qué normas de seguridad.<br />

—Sé que has estado sometido a mucha presión. Si me lo hubieras dicho no me habría<br />

importado ocuparme de las bombonas.<br />

—Sí, claro. ¿Cuántas veces has rellenado <strong>un</strong>a bombona?<br />

Daisy contó mentalmente hasta cinco.<br />

—Ning<strong>un</strong>a. Pero aprendería a hacerlo.<br />

—No te molestes. —Y se alejó a paso airado.<br />

Daisy ya no pudo contenerse ni <strong>un</strong> minuto más. Plantó <strong>un</strong>a mano en la cadera y le gritó:<br />

—¡Que pases <strong>un</strong> buen día también!<br />

Alex se detuvo, luego se giró para dirigirle <strong>un</strong>a de sus miradas más sombrías.<br />

—¡No te pases!<br />

Daisy cruzó los brazos sobre el pecho y dio golpecitos en el suelo con la deportiva sucia. Puede<br />

que Alex estuviera experimentando <strong>un</strong> montón de sentimientos que no sabía cómo manejar, pero<br />

eso no quería decir que tuviera que desahogar su frustración en ella. Daisy llevaba días intentando<br />

ser paciente, pero ya no aguantaba más.<br />

Alex se acercó a ella apretando los dientes. Daisy se negó a retroceder.<br />

Alex se paró delante de ella, intentando intimidarla con su tamaño.<br />

Daisy tuvo que reconocer que se le daba muy bien.<br />

—¿Pasa algo? —espetó él.<br />

Aquella discusión era tan ridícula que a ella no le quedó más remedio que sonreír con picardía.<br />

—Si alguien te dice que estás muy guapo cuando te enfadas, miente.<br />

La cara de Alex adquirió <strong>un</strong> tono púrpura y Daisy pensó que explotaría. Pero en vez de eso, se<br />

limitó a alzarla por los codos y empujarla contra el remolque. Luego la besó hasta que Daisy se<br />

quedó sin aliento.<br />

Cuando finalmente la puso en el suelo, estaba de peor humor que antes de besarla.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 216

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