Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Apenas había percibido el chasquido del látigo cuando sintió que éste le rodeaba y le ataba las<br />
muñecas con fuerza.<br />
Esta vez el grito le salió del alma. Dejó caer los brazos tan rápidamente que sintió que se le<br />
dislocaban los hombros. Se miró con incredulidad las muñecas atadas.<br />
—¡Me has dado! Dijiste que no me tocarías, pero lo has hecho.<br />
—Estate quieta, Daisy, y deja de gritar de <strong>un</strong>a vez. No te ha dolido.<br />
—¿No me ha dolido?<br />
—No.<br />
Ella miró sus muñecas y se dio cuenta de que él tenía razón.<br />
—¿Cómo lo has hecho?<br />
—Destensé el látigo antes de chasquearlo. —Alex hizo <strong>un</strong> movimiento con la muñeca para que<br />
el látigo se aflojase, y la liberó. —Es <strong>un</strong> truco muy viejo, pero el público lo adora. A<strong>un</strong>que, después<br />
de que te ate las muñecas, debes sonreír para que todos sepan que no te he hecho daño. Acabaré<br />
en la cárcel si no lo haces.<br />
Daisy se examinó <strong>un</strong>a muñeca y luego la otra. Se dio cuenta con asombro de que estaban<br />
intactas.<br />
—¿Y si te olvidas de destensar el látigo antes de apresarme las muñecas?<br />
—No lo haré.<br />
—Podrías cometer <strong>un</strong> error, Alex. Es imposible que siempre te salga bien.<br />
—Claro que sí. Llevo años haciéndolo y n<strong>un</strong>ca he lastimado a nadie. —Comenzó a recoger los<br />
látigos y ella se maravilló de aquella perfecta arrogancia, pero al mismo tiempo se sintió inquieta.<br />
—Esta mañana las cosas han salido algo mejor—dijo ella, —pero aún me parece imposible que<br />
pueda actuar contigo dentro de dos días. Jack me ha dicho que voy a interpretar a <strong>un</strong>a gitanilla<br />
indomable, pero no creo que las gitanas indomables griten como lo hago yo.<br />
—Ya pensaremos algo. —Para sorpresa de la joven, Alex le dio <strong>un</strong> besito en la p<strong>un</strong>ta de la nariz<br />
antes de girarse para marcharse, pero se detuvo en seco y se volvió de nuevo hacia ella. La miró<br />
<strong>un</strong> buen rato. Luego inclinó la cabeza y posó sus labios sobre los de Daisy.<br />
La joven le rodeó el cuello con los brazos cuando él se apretó contra ella. A<strong>un</strong>que su mente le<br />
decía que el sexo debía ser sagrado, su cuerpo deseaba ardientemente las caricias de Alex, y Daisy<br />
supo que n<strong>un</strong>ca tendría suficiente de él.<br />
Cuando se separaron, Alex sostuvo la mirada de ella durante <strong>un</strong> largo y dulce instante.<br />
—Sabes como <strong>un</strong> rayo de sol —susurró.<br />
Ella sonrió.<br />
—Te daré <strong>un</strong>os días más, cariño, porque sé que todo esto es nuevo para ti, pero nada más.<br />
Daisy no tuvo que preg<strong>un</strong>tarle a qué se refería.<br />
—A lo mejor necesito más tiempo. Tenemos que conocernos mejor. Respetarnos el <strong>un</strong>o al otro.<br />
—Cariño, en lo que concierne al sexo, te aseguro que siento mucho respeto por ti.<br />
—Por favor, no hagas como si no supieras de lo que hablo.<br />
—Me gusta el sexo. A ti te gusta el sexo. Nos gusta practicarlo j<strong>un</strong>tos. Eso es todo.<br />
—¡Eso no es todo! El sexo debería ser sagr...<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 136