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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

—No pienso disculparme. Sabes lo importante que a para mí no tener hijos.<br />

Ella lo miró con tristeza.<br />

—No hay nada entre nosotros, ¿verdad? Ni respeto, ni afecto, ni confianza.<br />

—Existe afecto, Daisy. Por lo menos por mi parte. Vaciló. —Y también te has ganado mi<br />

respeto. N<strong>un</strong>ca pensé que te tomarías el trabajo tan en serio. Eres muy valiente, Daisy.<br />

La joven se negó a sentirse agradecida por aquellas palabras.<br />

—Pero no confías en mí.<br />

—Creo que tienes buenas intenciones.<br />

—A<strong>un</strong> así crees que soy <strong>un</strong>a ladrona. Eso no habla bien de mis buenas intenciones.<br />

—Estabas desesperada cuando cogiste ese dinero. Estabas cansada y asustada o no lo habrías<br />

hecho. Ahora lo sé.<br />

—Yo no cogí el dinero.<br />

—No importa, Daisy. No te culpo.<br />

El hecho de que él aún no la creyera no debería dolerle tanto. La única manera de convencerlo<br />

sería implicar a Heather y, como ahora sabía, no podía hacerlo.<br />

¿Qué ganaría con ello? No quería ser la responsable del destierro de Heather. Y aquella relación<br />

no f<strong>un</strong>cionaría si tenía que demostrarle a Alex su inocencia.<br />

—Si confías en mí, ¿por qué contabas las píldoras?<br />

—No puedo correr riesgos. No quiero tener hijos.<br />

—Eso ya lo has dejado claro. —Quiso preg<strong>un</strong>tarle si lo que encontraba tan repulsivo era tener<br />

<strong>un</strong> hijo o tenerlo con ella, pero le daba miedo la respuesta. —No quiero que vuelvas a contarlas.<br />

Te he dicho que las tomaría y lo haré. Pero tendrás que confiar en mí.<br />

La joven percibió la lucha interna de su marido. A pesar de que su propia madre la había<br />

traicionado con Noel Black, Daisy no había perdido la fe en la raza humana. Pero Alex no confiaba<br />

en nadie salvo en sí mismo.<br />

Para su sorpresa, sintió que la indignación que sentía se desvanecía y la compasión ocupaba su<br />

lugar. Qué terrible debía de ser esperar siempre lo peor de la gente.<br />

Daisy rozó la mano de Alex con la p<strong>un</strong>ta de los dedos.<br />

—N<strong>un</strong>ca te haría daño a propósito, Alex. Me gustaría que al menos creyeras eso.<br />

—No es fácil.<br />

—Lo sé. Pero es necesario que lo hagas. Él la miró durante <strong>un</strong> buen rato antes de asentir<br />

brevemente con la cabeza.<br />

—Vale. No las contaré más.<br />

Daisy sabía lo que esa pequeña concesión le había costado a su marido y se emocionó.<br />

—¡Yyyyy ahora, entrará en la pista central del circo de los Hermanos Quest, Theodosia, la<br />

hermosa esposa de Alexi el Cosaco!<br />

A Daisy le temblaban tanto las rodillas que trastabilló, echando a perder su primera entrada.<br />

«¿Qué había sido de lo de la gitanilla salvaje?», se preg<strong>un</strong>tó frenéticamente mientras escuchaba el<br />

discurso de Jack por primera vez. Esa mañana, durante el ensayo, había comenzado a contar <strong>un</strong>a<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 143

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