Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
historia de <strong>un</strong>a gitana, pero se había marchado lleno de frustración cuando ella soltó el primer<br />
grito. Daisy se enteró de que el narrador contaría otra historia cuando Sheba le dio el vestido, pero<br />
la propietaria del circo se alejó sin dar más explicaciones.<br />
La música de la balalaica resonaba en el circo, situado esta vez en el aparcamiento de <strong>un</strong> pueblo<br />
de verano en Seaside Height, New Jersey. Alexi entró en la pista central con el látigo en la mano.<br />
Bajo el resplandor carmesí de los focos, resaltaban las brillantes botas negras y las lentejuelas<br />
rojas del cinturón centelleaban ante cualquier movimiento.<br />
—¿Parece nerviosa, damas y caballeros? —preg<strong>un</strong>tó Jack, señalándola con la mano. —A mi sí<br />
que me lo parece. Pero esta joven ha tenido que armarse de mucho valor para entrar en la pista<br />
con su marido.<br />
El vestido de Daisy susurró mientras se adentraba lentamente en la arena. Era <strong>un</strong> vestido de<br />
noche recatado, con el cuello alto de encaje adornado con pedrería. Alex le había colocado <strong>un</strong>a<br />
rosa roja de papel de seda entre sus pechos antes de salir. Le había dicho que formaba parte del<br />
vestuario.<br />
Daisy sintió los ojos del público en ella. La voz de Jack se mezclaba con la música rusa y con el<br />
susurro de la brisa del océano que agitaba los laterales de la carpa.<br />
—Hija de ricos aristócratas franceses, Theodosia estuvo apartada del m<strong>un</strong>do moderno por las<br />
monjas que la instruían.<br />
«¿Monjas?» Pero ¿qué estaba diciendo Jack?<br />
Mientras el director de pista continuaba su monólogo, Alex comenzó el lento baile del látigo<br />
que siempre daba comienzo a su número, mientras ella se mantenía inmóvil bajo los focos frente a<br />
él. La luz se volvió más suave; el público escuchaba la historia de Jack hipnotizado por los gráciles<br />
movimientos de Alex.<br />
—Conoció al cosaco cuando el circo actuó en <strong>un</strong> pueblo cercano al convento donde vivía, y los<br />
dos se enamoraron prof<strong>un</strong>damente. Pero los padres de la joven se opusieron a la idea de que su<br />
gentil hija se casara con <strong>un</strong> hombre al que consideraban <strong>un</strong> bárbaro y la encerraron bajo llave.<br />
Theodosia tuvo que escapar de su familia.<br />
La música se hizo más dramática y el baile del látigo de Alex pasó de enérgico a seductor.<br />
—Ahora, damas y caballeros, entra en la pista con su marido, algo muy difícil para ella. El látigo<br />
aterroriza a esta dulce joven. Por eso os rogamos que estéis lo más quietos posible para que ella<br />
pueda enfrentarse a sus miedos. Os recuerdo que si está aquí es sólo por <strong>un</strong>a cosa —el baile del<br />
látigo de Alex alcanzó su clímax, —el amor que siente por su feroz marido cosaco.<br />
La música siguió in crescendo y, sin previo aviso, Alex agitó el látigo formando <strong>un</strong> arco sobre su<br />
cabeza. El aliento abandonó el cuerpo de Daisy en <strong>un</strong> grito estrangulado y dejó caer el rollito que<br />
acababa de sacar del bolsillo especial que Sheba le había cosido al vestido sólo <strong>un</strong>as horas antes.<br />
El público contuvo el aliento y ella se percató de que la increíble historia de Jack había<br />
f<strong>un</strong>cionado. En lugar de reírse por la reacción de Daisy, habían simpatizado con la desvalida joven.<br />
Para su sorpresa, Alex se acercó a ella, recogió el rollito del suelo y se lo ofreció como si fuera<br />
<strong>un</strong>a rosa, luego inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos.<br />
El gesto fue tan romántico que Daisy oyó suspirar a <strong>un</strong>a mujer en la primera fila. Ella misma<br />
también habría suspirado si no hubiera sabido que él sólo jugaba con las emociones del público. A<br />
Daisy le temblaron los dedos cuando sostuvo el rollito de papel tan alejado de su cuerpo como<br />
pudo.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 144