Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
—¡No sabes nada de mí! Que sea dura no quiere decir que sea <strong>un</strong>a mala persona. ¡No lo soy,<br />
maldita sea! ¡Soy buena!<br />
—Además, eres <strong>un</strong>a esnob —repuso él, mirándola. —Sólo te importa lo que tú sientes. Hieres a<br />
los demás. Estás obsesionada con el pasado y eres la persona más engreída que he conocido<br />
n<strong>un</strong>ca.<br />
Por <strong>un</strong> momento Sheba se quedó atontada, pero luego volvió a gritar:<br />
—¡Mentiroso! ¡Soy buena! ¡Lo soy!<br />
El grito furioso de Sheba hizo que Brady se estremeciera. Supo que ella le atacaría y logró salir<br />
antes de que estrellara el plato de tacos contra la puerta.<br />
Mientras daba vueltas esa noche por el recinto, Daisy se dio cuenta de que hubiera preferido<br />
seguir actuando con Alex. Al menos hubiera estado ocupada. Cuando le había dicho que no iba a<br />
volver a la pista con él, no sintió ni alegría ni decepción. Le dio igual. En las últimas semanas había<br />
descubierto <strong>un</strong> dolor mucho más prof<strong>un</strong>do que cualquiera que pudiera provocarle con el látigo.<br />
Observó el bullicio de la multitud al otro lado del recinto. Los niños cansados se aferraban a sus<br />
madres y los padres llevaban en brazos a los más pequeños con manchas de manzana de caramelo<br />
en las bocas. Antes, ver a esos padres hubiera hecho que los ojos se le llenasen de lágrimas de<br />
emoción, pues imaginaba a Alex llevando en brazos a su hijo. Pero ahora tenía los ojos secos.<br />
J<strong>un</strong>to con todo lo demás, había perdido la capacidad de llorar.<br />
Como el circo permanecería allí esa noche, los empleados tenían la urde libre y se habían<br />
dirigido al pueblo en busca de comida y alcohol. El recinto se fue quedando en silencio. Mientras<br />
Alex se ocupaba de Misha, ella se puso <strong>un</strong>a de las viejas sudaderas de su marido y se movió entre<br />
los elefantes dormidos hasta llegar a Tater. Se arrodilló y se acurrucó entre las patas delanteras<br />
del animal y dejó que le apoyase la trompa en las rodillas.<br />
Se arrebujó dentro de la sudadera de Alex. La suave prenda olía a él, a esa particular<br />
combinación de jabón, sol y cuero que ella habría reconocido en cualquier parte. ¿Llegaría a<br />
perder todo lo que amaba?<br />
Oyó <strong>un</strong>os pasos. Tater se incorporó sobre los cuartos traseros y Daisy vio <strong>un</strong> par de piernas<br />
enf<strong>un</strong>dadas en vaqueros que no tuvo ning<strong>un</strong>a dificultad en reconocer.<br />
Alex se puso en cuclillas a su lado y apoyó los codos en las rodillas, dejando colgar las manos<br />
entre ellas. Parecía tan triste que por <strong>un</strong>a fracción de seg<strong>un</strong>do quiso consolarlo.<br />
—Por favor, sal de ahí —susurró él. —Te necesito tanto.<br />
Daisy apoyó la mejilla contra la arrugada piel del pecho de Tater.<br />
—Creo que me quedaré aquí <strong>un</strong> rato más.<br />
Alex h<strong>un</strong>dió los hombros y pasó <strong>un</strong> dedo por el suelo.<br />
—Mi casa... es grande. Hay <strong>un</strong>a habitación de invitados con <strong>un</strong>a buena vista del bosque que hay<br />
al sur.<br />
Daisy soltó el aliento con <strong>un</strong> suave suspiro.<br />
—Hace frío esta noche. Va a nevar.<br />
—He pensado que podríamos convertirla en <strong>un</strong>a habitación infantil. Es <strong>un</strong>a estancia agradable,<br />
soleada, con <strong>un</strong> gran ventanal. Tal vez podríamos tener allí <strong>un</strong>a mecedora.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 241