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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Los ojos de Daisy recorrieron el cuerpo de su marido, los músculos marcados, la piel morena y<br />

el vello del pecho donde resaltaba la medalla esmaltada. Tenía que preg<strong>un</strong>tarle por ella. Tenía que<br />

preg<strong>un</strong>tarle muchas cosas.<br />

Cuando Alex se dejó caer j<strong>un</strong>to a ella, Daisy inhaló el carnal olor a sudor, producto del trabajo<br />

duro, y se preg<strong>un</strong>tó por qué no se sentía asqueada. Lo primitivo de aquel encuentro la excitaba de<br />

<strong>un</strong>a manera que n<strong>un</strong>ca hubiera creído posible. El desenfreno que sentía la hacía avergonzarse.<br />

—T-tengo que ducharme.<br />

—Después. —Alex cogió <strong>un</strong> condón del cajón de la mesilla, lo abrió y se lo puso.<br />

—Pero estoy muy sucia.<br />

Él le separó las rodillas.<br />

—Quiero que disfrutes, Daisy.<br />

Ella gimió y le mordió el hombro cuando se apretó contra ella. Su piel le supo a sal y a sudor; lo<br />

mismo que él saboreaba en sus pechos. Se le puso <strong>un</strong> nudo en la garganta.<br />

—De verdad, Alex, tengo que ducharme.<br />

—Después.<br />

—Oh, Dios mío, ¿qué me estás haciendo?<br />

—¿Te gusta?<br />

—¿Te gusta a ti?<br />

—Sí. ¿Quieres más?<br />

—Sí, oh, sí.<br />

Olores y sabores. Caricias. Sudor y fuerza bajo las palmas de las manos de Daisy mientras Alex<br />

embestía <strong>un</strong>a y otra vez.<br />

A ella se le pegó el pelo a las mejillas y <strong>un</strong>a brizna de paja le hizo cosquillas en el cuello. Alex le<br />

pasó los dedos por la hendidura del trasero y la puso sobre su cuerpo, manchándole el costado<br />

con la grasa del brazo. Le aferró los muslos con las manos y la alzó sobre él.<br />

—Móntame.<br />

Ella lo hizo. Se arqueó y bajó con rapidez, moviéndose como le dictaba su instinto, e hizo <strong>un</strong>a<br />

mueca de dolor al intentar albergarle en su cuerpo.<br />

—Más despacio, cariño. No voy a ir a ningún sitio.<br />

—No puedo. —Lo miró a través de <strong>un</strong>a neblina de dolor y deseo y vio la cara de Alex cubierta<br />

de sudor con los labios apretados y pálidos. La suciedad oscurecía esos rudos pómulos eslavos y<br />

tenía <strong>un</strong> poco de paja en el brillante pelo negro. El sudor se deslizaba entre los pechos de Daisy.<br />

Volvió a descender sobre él y soltó <strong>un</strong> jadeo de dolor.<br />

—Así no, cariño. Shhh... más despacio.<br />

Alex le deslizó las manos por la espalda y la atrajo hacia él, apretándole los pechos contra su<br />

torso, enseñándole a encontrar <strong>un</strong> nuevo ritmo.<br />

Daisy lo abrazó con los muslos y la medalla esmaltada le arañó la piel. Se movió sobre el cuerpo<br />

masculino. Lentamente al principio, contoneándose después adorando la sensación de tener el<br />

control, de dictar el compás y la prof<strong>un</strong>didad. Ahora ya no había dolor, sólo placer.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 128

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