Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
nuestro matrimonio sea <strong>un</strong> acuerdo legal, esto no es más que <strong>un</strong> simple rollo. Una cana al aire.<br />
Sólo eso.<br />
—¿Un rollo?<br />
—Un lío. Una aventura. Llámalo como quieras. Sólo es algo pasajero.<br />
—Eres imbécil.<br />
—¿Ves como tengo razón?<br />
Ella intentó controlar la cólera.<br />
—¿Por qué te casaste conmigo? Al principio pensé que mi padre te había pagado, pero ahora sé<br />
que no fue así.<br />
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?<br />
—Ahora te conozco.<br />
—¿Y crees que no me dejo comprar?<br />
—Sé que es imposible que te dejes comprar.<br />
—Todo el m<strong>un</strong>do tiene <strong>un</strong> precio.<br />
—Pues dime, ¿cuál fue el tuyo?<br />
—Le debía <strong>un</strong> favor a tu padre y tenía que pagárselo. Eso es todo.<br />
—Debía de ser <strong>un</strong> favor muy grande.<br />
La expresión de Alex se volvió fría y Daisy se sorprendió cuando, después de <strong>un</strong> largo silencio,<br />
añadió:<br />
—Mis padres murieron en <strong>un</strong> accidente ferroviario en Austria cuando yo tenía dos años. Se hizo<br />
cargo de mí el pariente más cercano, el hermano de mi madre, Sergey. Era <strong>un</strong> sádico hijo de puta<br />
al que le daba placer pegarme.<br />
—Oh, Alex...<br />
—No quiero ganarme tu simpatía. Sólo quiero que comprendas cómo soy. —Él se sentó en <strong>un</strong><br />
banco y parte de su rabia desapareció. Se inclinó hacia delante y se frotó el puente de la nariz con<br />
el pulgar y el índice. —Siéntate, Daisy.<br />
Ahora que ya no tenía remedio, Daisy se preg<strong>un</strong>tó si no debería haber dejado las cosas tal y<br />
como estaban, pero había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora, y se sentó a su<br />
lado. Él se quedó mirando hacia delante; parecía cansado y vacío.<br />
—Habrás leído historias sobre niños maltratados, niños a los que mantienen encerrados<br />
durante años. —Ella asintió con la cabeza. —Los psicólogos dicen que incluso después de haber<br />
sido liberados de esa tortura, estos niños no se desarrollan de la misma manera que los demás. No<br />
tienen las mismas actitudes sociales. Y si no los rescatan a tiempo, ni siquiera aprenden a hablar.<br />
Supongo que eso es lo que me pasa con el amor. No llegué a experimentarlo en la infancia y ahora<br />
no puedo sentirlo.<br />
—¿A qué te refieres?<br />
—No soy <strong>un</strong>o de esos cínicos que cree que el amor no existe, porque lo he visto en otras<br />
personas. Pero yo no puedo sentirlo. Ni por <strong>un</strong>a mujer ni por nadie. N<strong>un</strong>ca he amado.<br />
—Oh, Alex.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 150