Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
—Estoy orgulloso de ti. —Alex lanzó la toalla de papel a la basura y Daisy observó cómo la<br />
camiseta se le pegaba al pecho húmedo de sudor. Tenía <strong>un</strong>a mancha de grasa en el brazo. —Te<br />
llevaré dentro de <strong>un</strong>a hora o así.<br />
—Puedo ir sola. Esta mañana vi <strong>un</strong>a lavandería al lado de la biblioteca del pueblo. He pensado<br />
que podría hacer la colada y, al mismo tiempo, pillar algún libro. ¿Te parece bien?<br />
—Genial. Pero prefiero llevarte yo.<br />
—¿Tienes miedo de que te robe la camioneta?<br />
—No. Es sólo que... la camioneta no es mía. Es del circo y no creo que tú debas conducirla.<br />
—Soy <strong>un</strong>a conductora excelente. No voy a darle ningún golpe.<br />
—Eso no puedes asegurarlo.<br />
Daisy tendió la mano decidida a salirse con la suya.<br />
—Por favor, dame las llaves.<br />
—Te acompañaré y aprovecharé para coger <strong>un</strong> libro de la biblioteca.<br />
Ella le dirigió su mirada más intimidante.<br />
—Las llaves, por favor.<br />
Él se frotó la barbilla con los dedos como si considerase la idea.<br />
—Hagamos <strong>un</strong> trato. Desabróchate la camisa y te daré las llaves.<br />
—¿Qué?<br />
—Es mi mejor oferta. O la tomas o la dejas.<br />
Al observar el brillo divertido en los ojos de Alex, Daisy se preg<strong>un</strong>tó cómo alguien tan serio<br />
podía tener <strong>un</strong>a naturaleza tan juguetona cuando se trataba de sexo.<br />
—¿De verdad esperas que yo...?<br />
—Aja. —Alex se apoyó en el fregadero y se cruzó de brazos, esperando.<br />
Una ardiente llamarada de excitación atravesó el cuerpo de Daisy al ver el deseo en los ojos de<br />
Alex. No estaba segura de estar preparada para otro encuentro sexual con él, pero por otra<br />
parte... ¿qué daño podía hacerle jugar <strong>un</strong> rato? La humedad de la blusa le recordó que llevaba<br />
toda la mañana trabajando y que estaba sucia. A<strong>un</strong>que por otro lado, él también lo estaba y,<br />
después de todo, sólo retozarían <strong>un</strong> poco. Entonces ¿qué importaba lo demás?<br />
Lo miró por encima del hombro con <strong>un</strong> gesto altivo.<br />
—No acostumbro a utilizar mi cuerpo como moneda de cambio. Es ofensivo.<br />
—Siento que pienses así. —Sacó las llaves del bolsillo y, con exagerada inocencia, las lanzó al<br />
aire y las cogió con la mano.<br />
La suave piel de los pechos de Daisy se erizó bajo la húmeda camisa y los pezones se le pusieron<br />
como guijarros.<br />
—¿De verdad te gustaría que hiciera algo así?<br />
—Cariño, me encantaría.<br />
Conteniendo <strong>un</strong>a sonrisa, Daisy se desabrochó lentamente el botón superior.<br />
—Está bien, pero sólo <strong>un</strong>a miradita. —Una vocecilla interior le dijo que estaba jugando con<br />
fuego, pero la ignoró.<br />
—Con <strong>un</strong>a miradita conseguirás la llave de la puerta, pero no la del contacto.<br />
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