10.05.2013 Views

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

En ese momento apartó el libro y miró el cuaderno de ap<strong>un</strong>tes que había debajo, donde había<br />

garabateado alg<strong>un</strong>os nombres. «Señora de Alex Markov. Heather Markov. Heather Pepper<br />

Markov.»<br />

«Mierda.» ¿Porque él lo había permitido? ¿Por qué Alex había dejado que Daisy lo besara de<br />

esa manera delante de todo el m<strong>un</strong>do? Heather había querido morirse al presenciar ese beso.<br />

Odiaba a Daisy, y lo mejor que le había ocurrido esas dos semanas había sido verla sucia y cubierta<br />

de mierda. Era lo que se merecía, estar cubierta de mierda.<br />

Más de <strong>un</strong>a vez, Heather había intentado aliviar la culpa que sentía por lo que le había hecho a<br />

Daisy diciéndose a sí misma que se lo merecía. Que allí no había sitio para ella. Que no encajaba en<br />

el circo. Y que n<strong>un</strong>ca debería haberse casado con Alex. Que Alex era suyo.<br />

Se había enamorado de él hacía seis semanas, la primera vez que lo vio. Al contrario que su<br />

padre, Alex siempre tenía tiempo para hablar con ella. No le importaba pasar el rato con ella e<br />

incluso, antes de que llegara Daisy, había dejado que lo acompañara a hacer alg<strong>un</strong>os recados. Una<br />

vez, en Jacksonville, habían ido j<strong>un</strong>tos a <strong>un</strong>a sala de exposiciones y le había explicado cosas sobre<br />

los cuadros. También la había invitado a hablar sobre su madre y en dos ocasiones la había<br />

consolado por algo que le había dicho su terco padre.<br />

Pero a pesar de lo mucho que lo amaba, Heather sabía que aún la veía como <strong>un</strong>a niña.<br />

Últimamente había estado pensando en que tal vez, si él se hubiera dado cuenta de que era <strong>un</strong>a<br />

mujer, la habría mirado de forma diferente y no se habría casado con Daisy.<br />

De nuevo sintió que le invadía la culpa. No había planeado coger ese dinero y esconderlo en la<br />

maleta de Daisy, pero había entrado en el vagón rojo y Daisy estaba ocupada con aquella llamada<br />

telefónica. El cajón de la recaudación estaba abierto y, simplemente, había ocurrido.<br />

Estaba mal, pero no dejaba de decirse a sí misma que no era tan grave como parecía. Alex no<br />

amaba a Daisy, hasta Sheba lo decía. Daisy cargaría con la culpa del delito y él se desharía de ella<br />

ahora en vez de más adelante.<br />

Pero el beso que había presenciado esa mañana le decía que Daisy no iba a dejarlo escapar con<br />

tanta facilidad. Heather todavía no podía creerse la manera en que se había abalanzado sobre él.<br />

¡Alex no la necesitaba! No necesitaba a Daisy cuando podía tenerla a ella.<br />

¿Pero cómo iba a saber él lo que ella sentía si n<strong>un</strong>ca se lo había dicho? Apartó los libros a <strong>un</strong><br />

lado y se levantó de <strong>un</strong> salto. No podía soportarlo más. Tenía que hacerle entender que ya no era<br />

<strong>un</strong>a niña. Tenía que hacerle entender que no necesitaba a Daisy.<br />

Sin darse tiempo a pensarlo dos veces, salió rápidamente de la caravana y se encaminó al vagón<br />

rojo.<br />

Alex levantó la vista del escritorio cuando entró Heather. La jovencita llevaba metidos los<br />

pulgares dentro de los bolsillos de <strong>un</strong>os pantalones cortos de cuadros, que quedaban casi<br />

cubiertos por completo por <strong>un</strong>a enorme camiseta blanca. Se la veía pálida e infeliz, como <strong>un</strong> hada<br />

con las alas cortadas. Sintió pena por ella. La trataban de <strong>un</strong>a manera muy dura, pero a pesar de<br />

eso seguía luchando y a él le gustaba que lo hiciera.<br />

—¿Qué te pasa, cariño?<br />

Ella no le respondió. En vez de eso deambuló por la caravana, tocando el brazo del sofá o<br />

cogiendo <strong>un</strong> archivador. Alex vio <strong>un</strong>a imperceptible mancha naranja en la mejilla, donde había<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 119

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!