Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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—Dos.<br />
Esta vez colocó el rollito justo en el borde de los labios.<br />
—Estás haciendo trampa.<br />
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
El sudor corría entre los pechos de Daisy cuando volvió a colocarlo. Respiró hondo.<br />
«¡Zas!» Otra corriente de aire le agitó <strong>un</strong> mechón de pelo contra la mejilla. Casi se desmayó,<br />
pero de alg<strong>un</strong>a manera logró contener el grito. Sólo <strong>un</strong>a vez más. Una vez más.<br />
«¡Zas!» La joven abrió lentamente los ojos.<br />
—Ya está, Daisy, se acabó. Ahora sólo tendrías que saludar al público.<br />
Estaba viva y sin marcas. Atontada, lo miró y habló con <strong>un</strong> ronco susurro.<br />
—Lo he hecho.<br />
Él sonrió y soltó el látigo.<br />
—Pues claro que sí. Estoy orgulloso de ti.<br />
Con <strong>un</strong> gran grito de alegría, corrió hacia él y se arrojó a sus brazos. Alex la atrapó<br />
automáticamente. Cuando la estrechó contra su cuerpo, <strong>un</strong>a lenta oleada de calor recorrió el<br />
cuerpo de Daisy. Él debió de sentir lo mismo porque se echó atrás y la dejó en el suelo.<br />
Daisy sabía que Alex no aceptaba que se hubiera negado a hacer el amor con él desde aquella<br />
tarde de sudor y sexo que la había perturbado tan prof<strong>un</strong>damente. Su período le había dado <strong>un</strong>a<br />
excusa perfecta durante <strong>un</strong>os días, pero había terminado hacía media semana. Le había pedido <strong>un</strong><br />
poco de tiempo para aclararse las ideas y, a<strong>un</strong>que Alex había estado de acuerdo, no le había<br />
gustado nada.<br />
—Sólo <strong>un</strong> truco más —dijo él— y luego terminamos.<br />
—Quizá deberíamos dejarlo para mañana. —Es el truco más fácil. Venga, vamos a hacerlo antes<br />
de que pierdas el valor. Ponte dónde estabas.<br />
—Alex...<br />
—Venga. No te dolerá. Te lo prometo.<br />
A regañadientes, Daisy regresó al lugar donde había estado antes.<br />
Alex cogió el látigo más largo y lo sostuvo entre los dedos.<br />
—Colócate frente a mí y cierra los ojos.<br />
—No.<br />
—Confía en mí, cariño. Esta vez tienes que tener los ojos cerrados.<br />
Daisy hizo lo que le decía, pero entreabrió <strong>un</strong>o de los ojos para ver lo que él hacía.<br />
—Levanta los brazos por encima de la cabeza.<br />
—¿Los brazos?<br />
—Levántalos por encima de la cabeza. Y cruza las muñecas.<br />
Ella abrió los dos ojos.<br />
—Creo que me olvidé de decirle a Trey algo sobre la nueva dieta de Sinj<strong>un</strong>.<br />
—Todas las mujeres Markov han hecho este truco.<br />
Resignada, Daisy levantó los brazos, cruzó las muñecas y cerró los ojos, diciéndose a sí misma<br />
que no podía ser peor que sostener <strong>un</strong> rollito con los labios.<br />
«¡Zas!»<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 135