Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Alex entró en la caravana, que todavía parecía tan desordenada como cuando ella llegó, poco<br />
después de medianoche. A<strong>un</strong>que Daisy había limpiado y organizado los armarios, no había tenido<br />
ni tiempo ni energía para hacer nada más. Los platos sucios seguían amontonados en el fregadero<br />
y la cacerola llena de costra estaba sobre el fogón.<br />
Él apoyó las manos en las caderas y examinó los muebles sucios, la polvorienta superficie de la<br />
mesa y los restos de la tarta de boda.<br />
—Pensé que ibas a limpiar esto. Pero ya veo que sigue igual de sucio.<br />
Ella apretó los dientes.<br />
—Los armarios están limpios.<br />
—¿A quién coño le importan los armarios? ¿No sabes hacer nada bien?<br />
Daisy no lo pensó. Llevaba horas trabajando, su matrimonio era <strong>un</strong>a farsa y había sido<br />
humillada en público por <strong>un</strong> hombre que había jurado honrarla ante Dios. Con rapidez, recogió la<br />
tarta con <strong>un</strong>a mano y se la lanzó.<br />
—¡Eres <strong>un</strong> imbécil!<br />
Alex extendió las manos automáticamente para impedir que se la arrojara, pero no fue lo<br />
suficientemente rápido. La tarta le dio en el hombro y se deshizo en mil pedazos.<br />
Ella observó el desastre con <strong>un</strong>a curiosa indiferencia. Trocitos de tarta y azúcar glas habían<br />
volado por todas partes. Una pegajosa sustancia blanca salpicaba el pelo, las cejas e incluso las<br />
pestañas de Alex. Los pedazos de chocolate que se le habían quedado pegados a la mandíbula<br />
cayeron sobre el hombro de su camiseta. La indiferencia de Daisy desapareció cuando vio que se<br />
ponía rojo.<br />
Iba a matarla.<br />
Él intentó limpiarse los ojos a la vez que se movía hacia ella. Daisy se apartó de su camino y,<br />
aprovechando la ceguera temporal de Alex, salió corriendo por la puerta.<br />
Miró frenética a su alrededor, buscando <strong>un</strong> lugar seguro donde esconderse. Habían<br />
desmontado el circo. Las carpas más pequeñas estaban cerradas y la mayoría de los camiones se<br />
habían marchado. Tropezó con <strong>un</strong> matorral y acabó refugiándose en <strong>un</strong> estrecho espacio entre<br />
dos furgonetas. El corazón le golpeaba con fuerza contra las costillas. ¿Qué había hecho?<br />
Dio <strong>un</strong> respingo al oír la voz de <strong>un</strong> hombre y se deslizó más prof<strong>un</strong>damente en las sombras,<br />
chocando contra algo sólido. Sin mirar lo que era, se apoyó allí mientras recobraba el aliento.<br />
¿Cuánto tiempo tardaría en encontrarla? Y... ¿qué haría luego con ella?<br />
Sintió <strong>un</strong> gruñido justo detrás de la oreja.<br />
Tenía el cabello recogido y el cuello expuesto; <strong>un</strong> helado escalofrío le recorrió la espalda. Se<br />
volvió con rapidez y se quedó mirando fijamente <strong>un</strong> par de ojos color oro pálido.<br />
Se quedó paralizada. Sabía qué clase de bestia era aquélla. Sabía que tenía ante sí a <strong>un</strong> tigre,<br />
pero era incapaz de asimilarlo.<br />
El animal estaba tan cerca que ella sintió su aliento en la cara. El tigre dejó al descubierto los<br />
dientes, <strong>un</strong> arma afilada y letal. Daisy olió su esencia y oyó cómo aquel ronco gruñido de<br />
intimidación aumentaba de volumen hasta convertirse en <strong>un</strong> rugido cruel. Salió de su parálisis<br />
saltando hacia atrás cuando el animal embistió contra los barrotes de hierro que los separaban.<br />
Daisy chocó con violencia contra algo sólido y humano, pero no pudo arrancar la vista del tigre.<br />
Una alarma comenzó a sonar en su cabeza. En ese momento, la bestia parecía la reencarnación de<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 51