Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
—Papá, Daisy es genial. No me gusta que pienses mal de ella. Es buenísima con los animales y<br />
me trata...<br />
—Vete, Heather—dijo Daisy agradeciéndole el esfuerzo con <strong>un</strong> gesto de cabeza. —Gracias por<br />
ofrecerte a ayudar.<br />
Heather se fue a regañadientes.<br />
Brady parecía tan enfadado como <strong>un</strong> Silvestre Stallone con ración doble de testosterona.<br />
—Mantente alejada de ella, ¿me oyes? Puede que Alex esté ciego contigo, pero los demás no<br />
olvidamos lo que has hecho.<br />
—No me avergüenzo de nada de lo que he hecho, Brady.<br />
—¿No te avergüenzas de lo que has hecho? ¿Si se hubiera tratado de dos mil dólares en vez de<br />
doscientos estarías avergonzada? Lo siento, nena, pero para mí <strong>un</strong> ladrón es siempre <strong>un</strong> ladrón.<br />
—¿Acaso llevas <strong>un</strong>a vida tan recta que n<strong>un</strong>ca has hecho nada de lo que te arrepientas?<br />
—N<strong>un</strong>ca he robado nada, de eso puedes estar segura.<br />
—Le robas seguridad en sí misma a tu hija. ¿Eso no cuenta?<br />
Brady apretó los labios.<br />
—No me des lecciones sobre cómo criar a mi hija. No es as<strong>un</strong>to tuyo ni de Sheba. Ning<strong>un</strong>a de<br />
las dos tenéis hijos, así que ya podéis mantener cerradas vuestras malditas bocazas.<br />
Y se fue, con los músculos brillando y las plumas de la cola despeinadas.<br />
Daisy suspiró con pesar. No daba <strong>un</strong>a. Había discutido con Alex y se había enfrentado a Jack y a<br />
Brady. ¿Qué más podía salir mal?<br />
El agudo murmullo de voces excitadas captó su atención y observó que otro grupo de niños de<br />
la escuela vecina llegaba al circo. Durante toda la mañana habían llegado al recinto <strong>un</strong> grupo de<br />
escolares tras otro. Con tantos niños merodeando, Daisy se había asegurado de que la jaula de<br />
Tater estuviera bien cerrada, algo que disgustaba al elefantito. Esta vez los niños eran muy<br />
pequeños. Debían de ser del jardín de infancia.<br />
Miró con tristeza a la profesora de mediana edad que los acompañaba. Puede que ese trabajo<br />
no le gustara a mucha gente, pero era el que deseaba desempeñar ella.<br />
Observó la soltura con la que la profesora vigilaba que los niños no se descontrolaran y, por <strong>un</strong><br />
momento, Daisy se imaginó que era ella. No se entretuvo con esa fantasía demasiado tiempo. Para<br />
ser profesora se necesitaba <strong>un</strong> título <strong>un</strong>iversitario, y ella ya era demasiado mayor para ponerse a<br />
estudiar.<br />
No pudo resistirse a acercarse a los niños cuando se aproximaron a la jaula de Sinj<strong>un</strong>, que tenía<br />
<strong>un</strong>a cinta alrededor para que los pequeños visitantes no se acercaran demasiado. Después de<br />
sonreír a la profesora, se dirigió a <strong>un</strong>a niña con rostro de querubín que miraba al tigre con temor.<br />
—Se llama Sinj<strong>un</strong> y es <strong>un</strong> tigre siberiano. Los siberianos son los tigres más grandes que existen.<br />
—¿Come gente? —preg<strong>un</strong>tó la pequeña.<br />
—No come personas, pero es <strong>un</strong> carnívoro. Eso quiere decir que come carne.<br />
La pequeña se mostró más animada.<br />
—Mi jerbo come comida de jerbo.<br />
Daisy se rio. La maestra sonrió.<br />
—Parece que sabe mucho sobre tigres. ¿Le importaría contarle a los niños algo sobre Sinj<strong>un</strong>?<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 156