Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Pasó la primera f<strong>un</strong>ción y luego la seg<strong>un</strong>da. La gente llegó y se fue. Aquel lugar era la última<br />
parada antes de poner rumbo a Tampa. De nuevo los empleados del circo habían ido al pueblo<br />
j<strong>un</strong>to con alg<strong>un</strong>as de las showgirls y el recinto estaba desierto. Tenía frío, pero esperó a que Alex<br />
se hubiera cambiado de ropa y se marchara a atender a Misha para regresar a la caravana.<br />
Desde la puerta vio su maleta, que yacía olvidada encima de la cama. Se acercó a ella mientras<br />
se quitaba la vieja sudadera gris. Tras terminar de desnudarse en silencio, comenzó a recolocar la<br />
ropa vacilando ante el desordenado cajón donde Alex guardaba la suya. Se arrodilló, deprimida, y<br />
abrió el último cajón. Apartó a <strong>un</strong> lado los vaqueros de Alex para ver lo que sabía que estaba<br />
oculto debajo: <strong>un</strong> sonajero barato de plástico, <strong>un</strong> patito amarillo, <strong>un</strong>a caja de galletas con forma<br />
de animales, <strong>un</strong> babero con la imagen de <strong>un</strong> conejo y <strong>un</strong> ejemplar de <strong>un</strong> libro del doctor Spock.<br />
Había descubierto todo esos objetos <strong>un</strong>os días antes cuando estaba buscando otra cosa; Alex<br />
n<strong>un</strong>ca los había mencionado. En ese momento tocó el sonajero con la p<strong>un</strong>ta de <strong>un</strong> dedo e intentó<br />
imaginar por qué razón había comprado todo eso. Si pudiera permitirse creer que...<br />
No. No podía pensar eso, tenía demasiado que perder.<br />
Cerró el cajón y, cuando regresaba a la camioneta, vio el Cadillac de Sheba aparcado al lado de<br />
la RV y oyó gritos en el interior del circo. Alex también los había oído y se acercó a la vez que ella.<br />
Se encontraron en la puerta trasera.<br />
—Quizá sería mejor que esperaras aquí —dijo él.<br />
Daisy lo ignoró y entró.<br />
El circo estaba iluminado por <strong>un</strong> solo foco, que arrojaba <strong>un</strong>a luz difusa sobre la pista, dejando el<br />
resto en penumbra. Daisy se vio envuelta por los familiares olores a serrín, animales y palomitas<br />
de maíz. Iba a echarlo mucho de menos.<br />
Brady y Sheba estaban discutiendo al lado de la pista. Brady la asía del brazo claramente<br />
furioso.<br />
—Daisy no te ha hecho absolutamente nada. ¿Por qué la has tomado con ella?<br />
Sheba se zafó de él.<br />
—Hago lo que me da la real gana, y ningún carnicero como tú va a mangonearme.<br />
—¿No te cansas de ser <strong>un</strong>a arpía?<br />
Lo que fuera que Sheba iba a decir murió en sus labios.<br />
—Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí.<br />
Daisy dio <strong>un</strong> paso adelante para enfrentarse a ella.<br />
—¿Qué has hecho con Sinj<strong>un</strong>?<br />
Sheba se tomó su tiempo para contestar, jugando con ella al gato y al ratón para demostrar su<br />
poder.<br />
—Sinj<strong>un</strong> ha salido rumbo a su nuevo hogar. Los tigres siberianos son animales muy valiosos, ¿lo<br />
sabías? Incluso los más viejos. —Se sentó en la primera fila de asientos y cruzó las piernas en <strong>un</strong>a<br />
postura que parecía demasiado estudiada. —Ni siquiera yo sabía lo que ciertas personas pueden<br />
llegar a pagar por ellos.<br />
—¿De qué personas hablas? —inquirió Alex, deteniéndose j<strong>un</strong>to a Daisy. —¿Quién lo ha<br />
comprado?<br />
—Por ahora nadie. El caballero en cuestión no lo recogerá hasta mañana por la mañana.<br />
—Entonces, ¿dónde está?<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 244