Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Durante <strong>un</strong> rato, ni Sheba ni Alex abrieron la boca. Alex dudaba que el discurso de Daisy<br />
hubiera intimidado a Sheba, pero se sintió orgulloso de que su esposa se hubiera defendido sola.<br />
Observó a su antigua amante y sólo sintió asco.<br />
—¿Qué te pasa, Sheba? Siempre has sido <strong>un</strong>a mujer dura, pero n<strong>un</strong>ca fuiste cruel.<br />
—No sé de qué te quejas. A ti tampoco te gusta la exposición de fieras.<br />
—No te hagas la tonta. Querías hacer daño a Daisy y lo has conseguido. La utilizas a ella para<br />
hacerme daño a mí y no pienso consentirlo.<br />
—No seas creído, no eres tan importante.<br />
—Te conozco, Sheba. Sé cómo piensas. Todo iba bien mientras la gente pensaba que Daisy era<br />
<strong>un</strong>a ladrona, pero ahora que saben la verdad, no puedes soportarlo.<br />
—Hago lo que me da la gana, Alex. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.<br />
—¿Dónde está la gorila?<br />
—No es as<strong>un</strong>to tuyo. —Sheba salió de la caravana tras fulminarle con la mirada.<br />
Alex se negó a ir tras ella, no pensaba darle la satisfacción de tener que pedirle nada. Se acercó<br />
al teléfono.<br />
Tardó <strong>un</strong> día en localizar al distribuidor al que Sheba había vendido la gorila. El distribuidor le<br />
pidió el doble de lo que le había pagado a Sheba por el animal, pero Alex no regateó.<br />
Buscó <strong>un</strong> hogar confortable para Glenna y, el miércoles de la semana siguiente, pudo decirle a<br />
Daisy que su gorila se acababa de convertir en la nueva residente del zoo Brookfield de Chicago. Lo<br />
que no le dijo fue que había sido su dinero el que lo había hecho posible.<br />
Daisy rompió a llorar y le dijo que era el marido más maravilloso del m<strong>un</strong>do.<br />
Brady y Heather se detuvieron en el mostrador de la TWA en el aeropuerto de Indianápolis. La<br />
chica embarcaría en <strong>un</strong> avión de esa compañía rumbo a Wichita. No se habían dirigido la palabra<br />
desde que habían salido del recinto esa mañana, y a Brady le corroía la culpa, algo que no le<br />
gustaba nada. Sheba lo había insultado de todas las maneras que sabía y, el día anterior, Daisy lo<br />
había acorralado contra <strong>un</strong>o de los tenderetes para ponerlo de vuelta y media. Lo habían hecho<br />
sentir <strong>un</strong> canalla. Pero ning<strong>un</strong>a de ellas sabía lo que era tener <strong>un</strong>a hija ni quererla tanto que haría<br />
cualquier cosa por ella. Miró enfadado a su hija.<br />
—Haz caso a tu tía Terry, ¿me oyes? Te llamaré todas las semanas. Si necesitas dinero me lo<br />
dices, y no se te ocurra empezar a salir con chicos todavía.<br />
Ella miró hacia delante, con la mochila agarrada firmemente entre las manos. Se la veía tan<br />
bonita, delgada y resentida, que a él le dolió el corazón. Quería proteger a su hija, protegerla y<br />
hacerla feliz. Daría su vida por ella.<br />
—Te enviaré <strong>un</strong> billete de avión para que vengas a Florida a pasar las vacaciones de Navidad<br />
con nosotros —dijo bruscamente. —Quizá podríamos ir a Disneylandia. ¿Te gustaría?<br />
Heather se volvió hacia él con la barbilla temblorosa.<br />
—No quiero volver a verte en mi vida.<br />
Brady sintió <strong>un</strong> dolor desgarrador en las entrañas.<br />
—No lo dices en serio.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 207