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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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—¿Decidiste ser caritativa?<br />

—No podía aceptar ese dinero.<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

—Sí podías, Daisy. Y de ahora en adelante lo harás. En casi todos los pueblos, el circo es<br />

patrocinado por <strong>un</strong>a organización local. Ellos dan pases especiales, y también los doy yo si se da el<br />

caso. Pero tú no, ¿entendido?<br />

—Pero...<br />

—¿Entendido?<br />

Ella asintió con la cabeza.<br />

—Bien. Si piensas que alguien merece <strong>un</strong> pase, me lo dices y yo me ocuparé de ello.<br />

—De acuerdo.<br />

Alex se puso en pie y fr<strong>un</strong>ció el ceño.<br />

—Hoy vuelve Sheba. Le diré que te busque <strong>un</strong> maillot para la f<strong>un</strong>ción. Cuando ella pueda<br />

atenderte, enviaré a alguien para que se ocupe de la taquilla.<br />

—Pero yo no soy artista.<br />

—Esto es el circo, cara de ángel. Todo el m<strong>un</strong>do es artista.<br />

La curiosidad que sentía por la misteriosa Sheba hizo que ignorase la mueca de Alex.<br />

—Brady me dijo que Sheba fue <strong>un</strong>a famosa trapecista.<br />

—Es la última de los Cardoza. Su familia era al trapecio lo que los Wallenda a la cuerda floja.<br />

—¿Por qué dejó de actuar?<br />

—Podría volver a hacerlo. Sheba sólo tiene treinta y nueve años y se mantiene en muy buena<br />

forma, pero dejó de ser la mejor y se retiró.<br />

—Parece que se lo tomó en serio.<br />

—Muy en serio. Mantente tan apartada de su camino como te sea posible. —Alex se dirigió a la<br />

puerta. —Recuerda lo que te he dicho sobre la caja del dinero. No la pierdas de vista.<br />

—De acuerdo.<br />

Con <strong>un</strong>a brusca inclinación de cabeza, Alex desapareció.<br />

Daisy se encargó de la venta de entradas sin problemas. El flujo de gente cesó en cuanto<br />

empezó la f<strong>un</strong>ción, y ella se sentó en las escaleras de la caravana para disfrutar de la brisa<br />

nocturna.<br />

Miró la casa de fieras y recordó que Sinj<strong>un</strong>, el tigre, estaba allí dentro. Ese mismo día, mientras<br />

trataba de quitar las peores manchas de la alfombra, había pensado en él, tal vez porque pensar<br />

en el tigre era mucho más sencillo que pensaren Alex. Sentía <strong>un</strong> inquietante deseo de echar otro<br />

vistazo al feroz animal, pero desde <strong>un</strong>a distancia segura.<br />

Un Cadillac antiguo entró en el recinto acompañado de <strong>un</strong>a estela de polvo. De él se apeó <strong>un</strong>a<br />

mujer de aspecto exótico con <strong>un</strong>a brillante melena rojiza. Vestía <strong>un</strong> top ceñido y <strong>un</strong>a falda tipo<br />

sarong con <strong>un</strong>a abertura que revelaba <strong>un</strong>as largas piernas y <strong>un</strong>as sandalias de pedrería. Grandes<br />

aros dorados brillaban bajo la tenue luz entre el pelo despeinado y <strong>un</strong> par de brazaletes a juego le<br />

adornaban las delgadas muñecas.<br />

Mientras la mujer se dirigía hacia la entrada del circo, Daisy vislumbró su cara: piel pálida,<br />

rasgos bien definidos y boca voluptuosa enfatizada con <strong>un</strong> lápiz de labios color carmín. Aquella<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 59

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