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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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CAPÍ ÍTULLO 05<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Cuando Daisy salió de la caravana por la tarde, se tropezó con <strong>un</strong>a ¡oven, espigada y rubia, que<br />

llevaba <strong>un</strong> chimpancé sobre los hombros. La reconoció como Jill, de «Jill y Amigos», <strong>un</strong> número en<br />

el que participaban <strong>un</strong> perro y el chimpancé. Tenía la cara redonda, la piel perfecta y el pelo con<br />

las p<strong>un</strong>tas abiertas, algo en lo que Daisy podría ayudarla si le daba la oport<strong>un</strong>idad.<br />

—Bienvenida al circo de los Hermanos Quest —dijo la mujer. —Soy Jill.<br />

Daisy le devolvió la cordial sonrisa.<br />

—Yo soy Daisy.<br />

—Lo sé. Heather me lo ha dicho. Éste es Frankie.<br />

—Hola, Frankie. —Daisy levantó la cabeza hacia el chimpancé encaramado en los hombros de<br />

Jill, luego dio <strong>un</strong> salto atrás cuando él le enseñó los dientes y chilló. Ya estaba bastante nerviosa<br />

tras <strong>un</strong> día sin nicotina y la reacción del chimpancé sólo consiguió exacerbarla aún más.<br />

—Cállate, Frankie. —Jill le palmeó la pierna peluda. —No sé qué le pasa. Le gustan todas las<br />

mujeres.<br />

—Los animales no suelen ser demasiado cariñosos conmigo.<br />

—Eso es porque te dan miedo. Ellos siempre lo notan.<br />

—Supongo que será eso. Me mordió <strong>un</strong> pastor alemán cuando era pequeña y desde entonces<br />

les tengo miedo a todos los animales. —El pastor alemán no había sido el único. Recordó <strong>un</strong>a<br />

excursión del colegio a <strong>un</strong> zoo de Londres cuando tenía seis años. Se había puesto histérica cuando<br />

<strong>un</strong>a cabra había comenzado a mordisquearle el <strong>un</strong>iforme.<br />

Una mujer con <strong>un</strong>os pantalones bombachos negros y <strong>un</strong>a camiseta enorme se acercó y se<br />

presentó como Madeline. Daisy sabía que era <strong>un</strong>a de las chicas que había entrado a la pista a<br />

lomos de <strong>un</strong>o de los elefantes. Su ropa informal hizo que Daisy se sintiera demasiado arreglada.<br />

Había querido tener buen aspecto en su primer día en la taquilla; para ello se había puesto <strong>un</strong>a<br />

blusa de seda color marfil con <strong>un</strong>os pantalones gris perla de Donna Karan en lugar de los vaqueros<br />

y la camiseta del outlet que Alex había insistido en comprarle antes de llegar.<br />

—Daisy es la novia de Alex—dijo Jill.<br />

—Ya lo he oído —contestó Madeline. —Qué suerte la tuya. Alex está como <strong>un</strong> tren.<br />

Daisy abrió la boca para decirles a esas chicas que era la esposa de Alex, no su novia, pero se<br />

echó hacia atrás cuando Frankie comenzó a gritarle.<br />

—Calla, Frankie. —Jill le dio al chimpancé <strong>un</strong>a manzana, luego miró a Daisy con el evidente<br />

placer de quien ama <strong>un</strong> buen cotilleo. —Alex y tú debéis ir en serio. Jamás había visto que trajera a<br />

<strong>un</strong>a chica a vivir con él.<br />

—A Sheba le va a dar <strong>un</strong> ataque cuando regrese. —Parecía que a Madeline le complacía tal<br />

posibilidad.<br />

Frankie miró a Daisy fijamente, poniéndola tan nerviosa que le costó prestar atención a las dos<br />

jóvenes. Observó alarmada que Jill bajaba al chimpancé al suelo, donde se le agarró firmemente a<br />

la pierna.<br />

Daisy dio otro paso atrás.<br />

—No tendrás <strong>un</strong>a correa por ahí, ¿verdad?<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 43

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