10.05.2013 Views

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Una oleada de excitación atravesó a Daisy.<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

—¡Me encantaría! —Rápidamente rebuscó en su mente todo lo que había aprendido sobre los<br />

animales en sus recientes visitas a la biblioteca y escogió aquellos detalles que los niños pudieran<br />

comprender. —Hace cien años, los tigres vagaban libres por muchas partes del m<strong>un</strong>do, pero ahora<br />

ya no es así. La gente comenzó a vivir en las tierras que habitaban los tigres... —siguió hablándoles<br />

sobre aquellos felinos, sobre su lenta extinción, y se sintió gratificada al ver que los niños<br />

escuchaban atentamente sus palabras.<br />

—¿Podemos darle mimitos? —preg<strong>un</strong>tó <strong>un</strong>o de ellos.<br />

—No. Ya es mayor y tiene malas pulgas. No entendería que no quieres hacerle daño. No es<br />

como los perros o los gatos.<br />

Siguió contestando a <strong>un</strong> gran número de preg<strong>un</strong>tas, incluyendo varias sobre las necesidades<br />

fisiológicas de Sinj<strong>un</strong> y que provocó <strong>un</strong> coro de risitas tontas, escuchó atentamente la historia de<br />

<strong>un</strong>o de los niños sobre <strong>un</strong> perro que había muerto y el an<strong>un</strong>cio de que otro que acababa de pasar<br />

la varicela. Eran tan ricos que Daisy podría haberse pasado todo el día hablando con ellos.<br />

Cuando la clase se dispuso a seguir adelante, la profesora le agradeció la explicación y la<br />

pequeña de mejillas sonrosadas le dio <strong>un</strong> abrazo. Daisy se sintió como si flotara en <strong>un</strong>a nube.<br />

Siguió observándolos mientras se acercaba a la caravana para disfrutar de <strong>un</strong> almuerzo rápido.<br />

Se detuvo de golpe cuando <strong>un</strong>a familiar figura, embutida en <strong>un</strong>os pantalones marrón oscuro y <strong>un</strong>a<br />

pálida camisa amarilla, salió del vagón rojo. Daisy era incapaz de creer lo que veía. En ese<br />

momento fue consciente de las ropas sucias y del despeinado cabello que lucía, resultado del<br />

último aseo de Glenna.<br />

—Hola, Theodosia.<br />

—¿Papá? ¿Qué haces aquí? —Su padre era <strong>un</strong>a figura tan poderosa en la mente de Daisy que la<br />

joven rara vez notaba que éste poseía <strong>un</strong>a constitución bastante menuda, apenas <strong>un</strong> poco más<br />

alto que ella. Era la imagen de la opulencia y la elegancia, con aquel cabello canoso cortado por <strong>un</strong><br />

experto peluquero —que se pasaba por la oficina de su padre <strong>un</strong>a vez a la semana, —el reloj de<br />

oro y los mocasines italianos con <strong>un</strong> discreto adorno dorado en el empeine. Era difícil imaginárselo<br />

abandonando la dignidad el tiempo suficiente como para enamorarse de <strong>un</strong>a modelo y concebir<br />

<strong>un</strong>a hija ilegítima, pero Daisy era la prueba viviente de que su padre había sido humano <strong>un</strong>a vez.<br />

—He venido a ver a Alex.<br />

—Ah. —Se esforzó por ocultar el dolor que le producía saber que no había ido a verla a ella. —<br />

También quería saber cómo te iba.<br />

—¿Y?<br />

—Quería asegurarme de que aún estabas con él, que no habías hecho ning<strong>un</strong>a tontería.<br />

Por <strong>un</strong> momento Daisy se preg<strong>un</strong>tó si Alex le habría hablado del dinero robado, pero al instante<br />

supo que no lo había hecho. Esa certeza la consoló.<br />

—Como puedes ver, todavía estoy aquí. Si me acompañas a la caravana te serviré algo de<br />

beber. O te prepararé <strong>un</strong> sándwich si tienes hambre.<br />

—Una taza de té estaría bien.<br />

Lo condujo hasta la caravana. Max se detuvo al ver el deteriorado exterior.<br />

—Dios mío. No me digas que vivís aquí.<br />

Daisy se sintió impulsada a defender su pequeño hogar.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 157

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!