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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

—Max tiene pruebas bastante convincentes. Pero dado que no puedo hacer nada al respecto,<br />

será mejor que hablemos de otros temas.<br />

—¿Eres el heredero del trono ruso?<br />

—En Rusia no hay trono. Por si se te ha olvidado, allí no existe la monarquía.<br />

—Pero si la hubiera...<br />

—Si la hubiera, saldrían Romanov de cada carpintería de Rusia afirmando ser el heredero.<br />

—Por lo que me dijo mi padre, hay pruebas más que suficientes en tu caso, ¿no?<br />

—Probablemente, pero ¿qué más da? Los rusos odian más a los Romanov que a los com<strong>un</strong>istas,<br />

así que no creo que se restaure la monarquía.<br />

—¿Y si lo hicieran?<br />

—Me cambiaría de nombre y huiría a alg<strong>un</strong>a isla desierta.<br />

—Mi padre pondría el grito en el cielo.<br />

—Tu padre está obsesionado.<br />

—Sabes por qué concertó este matrimonio, ¿no? Yo pensaba que estaba tratando de<br />

castigarme buscándome el peor marido del m<strong>un</strong>do, pero no es así. Quería que los Petroff y los<br />

Romanov se <strong>un</strong>ieran y me utilizó para ello. —Daisy se estremeció. —Es como <strong>un</strong>a novela<br />

victoriana. Todo esto me pone la piel de gallina. ¿Sabes qué me dijo ayer?<br />

—Probablemente lo mismo que a mí. Te habrá enumerado todas las razones por las que<br />

deberíamos seguir casados.<br />

—Me dijo que si quería retenerte tendría que reprimir mi carácter. Y estar dispuesta a<br />

esperarte en la puerta con las zapatillas en la mano.<br />

Alex sonrió.<br />

—A mí me dijo que ignorara tu carácter y me fijara en tu dulce cuerpo.<br />

—¿De veras?<br />

—No con esas palabras, pero ésa era la idea.<br />

—No lo entiendo. ¿Por qué se molestó en tramar todo esto para <strong>un</strong> matrimonio de seis meses?<br />

—¿No es evidente? Espera que cometamos <strong>un</strong> desliz y te quedes embarazada. —Daisy lo miró<br />

fijamente. —Quiere garantizar el futuro de la monarquía. Quiere <strong>un</strong> bebé con sangre Petroff y<br />

Romanov que ocupe <strong>un</strong> lugar en la historia. Ése es su plan. Que des a luz a <strong>un</strong> bebé mítico; si luego<br />

seguimos casados o no, no importa. De hecho, probablemente preferiría que nos divorciáramos;<br />

en cuanto rompiéramos intentaría hacerse cargo del niño.<br />

—Pero sabe que tomo anticonceptivos. Amelia me acompañó al ginecólogo. Incluso es ella<br />

quien se encarga de conseguir las recetas porque no se fía de mí.<br />

—Es evidente que Amelia no está tan ansiosa como él por tener <strong>un</strong> pequeño Petroff-Romanov<br />

corriendo por la casa. O simplemente aún no quiere ser abuela. Supongo que él no lo sabe, pero<br />

dudo que tu madrastra pueda ocultárselo durante mucho más tiempo.<br />

Ella miró por la ventanilla los cuatro carriles de la autopista. Un letrero de neón de Taco Bell<br />

brillaba intermitentemente a <strong>un</strong> lado. Luego pasaron ante <strong>un</strong> concesionario de Subaru. Daisy<br />

experimentó <strong>un</strong>a sensación de irrealidad por el contraste entre los modernos signos de civilización<br />

y la conversación que mantenía con Alex sobre antiguas monarquías. Al rato le asaltó <strong>un</strong><br />

pensamiento horrible.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 177

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