Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—¿Te has comido mis Twinkies?<br />
Ella tragó saliva.<br />
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
—¿Exactamente de qué Twinkies estamos hablando? —preg<strong>un</strong>tó con los ojos fijos en el látigo.<br />
—De los Twinkies que estaban en el mueble que está encima del fregadero. De los únicos<br />
Twinkies que había en la caravana. —Apretó los dedos en torno al mango del látigo.<br />
«Oh, Señor —pensó ella. —Azotada hasta morir por culpa de <strong>un</strong>os pastelitos de crema.» —¿Y<br />
bien?<br />
—Esto, eh..., te prometo que no volverá a ocurrir. Pero no estaban marcados ni nada parecido,<br />
en ningún sitio decía que fueran tuyos —los ojos de la joven siguieron fijos en el látigo— y<br />
normalmente no me los habría comido... Pero esta noche tenía hambre y, mirándolo bien, tendrás<br />
que admitir que te hice <strong>un</strong> favor, porque atascarán mis arterias en vez de las tuyas.<br />
—Jamás vuelvas a tocar mis Twinkies. Si los quieres, los compras, —La voz de Alex había sonado<br />
suave. Demasiado suave. En su imaginación Daisy oyó el aullido de <strong>un</strong> cosaco bajo la l<strong>un</strong>a rusa.<br />
Se mordisqueó el labio inferior.<br />
—Los Twinkies no son <strong>un</strong> desay<strong>un</strong>o muy nutritivo.<br />
—¡Deja de hacer eso!<br />
Ella dio <strong>un</strong> paso atrás, levantando la mirada rápidamente hacia la de él.<br />
—¿Que deje de hacer qué?<br />
Él levantó el látigo, y la ap<strong>un</strong>tó con él.<br />
—De mirarme como si me dispusiera a arrancarte la piel del trasero. Por el amor de Dios, si ésa<br />
fuera mi intención te habría quitado las bragas, no te habría obligado a vestirte.<br />
Ella soltó aire.<br />
—No sabes cuánto me alegra oír eso.<br />
—Si decido darte latigazos, no será por <strong>un</strong> Twinkie.<br />
De nuevo volvía a amenazarla.<br />
—Deja ya de amenazarme o lo lamentarás.<br />
—¿Qué vas a hacer, cara de ángel? ¿Apuñalarme con el lápiz de ojos? —La miró con diversión.<br />
Luego se dirigió hacia la cama de dónde sacó la caja de madera que había debajo para guardar el<br />
látigo dentro.<br />
Daisy se irguió en su todo su metro sesenta y cinco y lo fulminó con la mirada.<br />
—Para que lo sepas, Chuck Norris me dio clases de kárate. —Por desgracia, hacía diez años de<br />
eso y no se acordaba de nada, pero Alex no lo sabía.<br />
—Si tú lo dices.<br />
—Además, Arnold Schwarzenegger en persona me asesoró sobre <strong>un</strong> programa de ejercicios<br />
físicos. —Ojalá le hubiera hecho caso.<br />
—Te he entendido, Daisy. Eres <strong>un</strong>a chica muy fuerte. Ahora muévete.<br />
Apenas hablaron <strong>un</strong> minuto durante la primera hora de viaje. Como él no le había dado tiempo<br />
suficiente para arreglarse, Daisy tuvo que terminar de maquillarse en la camioneta y peinarse sin<br />
secador, por lo que tuvo que sujetarse el pelo con <strong>un</strong>as horquillas art noveau que, a<strong>un</strong>que eran<br />
bonitas, no le quedaban demasiado bien. En lugar de apreciar la dificultad de la tarea y cooperar<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 36