Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
Pero era difícil. De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la peor había sido<br />
atarlo a esa frágil y decente mujer, con esos bellos ojos y ese corazón tan generoso. El cariño no<br />
era suficiente para ella. Daisy necesitaba a alguien que la quisiera de verdad. Necesitaba hijos y <strong>un</strong><br />
buen marido, <strong>un</strong>o de esos tipos con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la iglesia los<br />
domingos y que la amara hasta el final de sus días.<br />
Sintió <strong>un</strong>a dolorosa p<strong>un</strong>zada en su interior al pensar que Daisy podría casarse con otra persona,<br />
pero la ignoró. Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a protegerla.<br />
—¿Qué quieres decir, Alex? ¿Te desvivirías realmente por mí? —A pesar de todas aquellas<br />
buenas intenciones, Alex asintió como <strong>un</strong> tonto. —Entonces siéntate y déjame hacerte el amor.<br />
Alex se tensó, duro y palpitante; deseaba tanto a Daisy que no podía contenerse. En el último<br />
instante, antes de que el deseo de poseerla lo dominase, la bota de Daisy se curvó en <strong>un</strong>a sonrisa<br />
tan dulce y suave que él sintió como si le patearan el estómago.<br />
Ella no se reservaba nada. Nada en absoluto. Si ofrecía a él en cuerpo y alma. ¿Cómo podía<br />
alguien ser tan autodestructivo? Alex se puso a la defensiva. Si ella no era capaz de protegerse a sí<br />
misma, él haría el trabajo sucio.<br />
—El sexo es algo más que dos cuerpos —le dijo con dureza. —Eso fue lo que me dijiste. Que<br />
tenía que ser sagrado, pero no hay nada sagrado entre nosotros. Entre nosotros no hay amor,<br />
Daisy. Es sólo sexo. No olvides.<br />
Para absoluta sorpresa de Alex, ella le brindó <strong>un</strong>a tierna sonrisa, teñida por <strong>un</strong> poco de piedad.<br />
—Eres tonto. Por supuesto que hay amor. ¿Acaso no lo sabes? Yo te amo.<br />
Él sintió como si le hubieran golpeado a traición.<br />
Ella tuvo el descaro de reírse.<br />
—Te amo, Alex, y no hay necesidad de hacer <strong>un</strong>a montaña de <strong>un</strong> grano de arena. Sé que te dije<br />
que no lo haría, pero no he podido evitarlo. He estado negando la verdad, pero hoy Sinj<strong>un</strong> me hizo<br />
comprender lo que siento.<br />
A pesar de todas las advertencias y amenazas, de todos sus sermones, Daisy había decidido que<br />
estaba enamorada de él. Pero era él quien tenía la culpa. Debería haber mantenido más distancia<br />
entre ellos. ¿Por qué había paseado por la playa con ella? ¿Por qué le había abierto su corazón? Y<br />
lo más reprobable de todo, ¿por qué no la había mantenido alejada de su cama? Ahora tenía que<br />
demostrarle que lo que ella pensaba que era amor no era más que <strong>un</strong>a visión romántica de la vida.<br />
Y no iba a ser fácil.<br />
Antes de que pudiera señalarle su error, ella le cubrió la boca con la suya. Alex dejó de pensar.<br />
La deseaba. Tenía que poseerla.<br />
Daisy le recorrió los labios con la p<strong>un</strong>ta de la lengua, luego prof<strong>un</strong>dizó el beso con suavidad. Él<br />
le cogió la cabeza entre las manos y h<strong>un</strong>dió los dedos en su suave pelo. La joven se acomodó entre<br />
sus brazos, ofreciéndose a él por completo.<br />
Daisy gimió con dulzura. Vulnerable. Excitada. El sonido atravesó la embotada conciencia de<br />
Alex y lo trajo de vuelta a la realidad. Tenía que recordarle a Daisy cómo eran las cosas entre ellos.<br />
Por su bien tenía que ser cruel. Mejor que ella sufriera <strong>un</strong> pequeño dolor en ese momento que<br />
<strong>un</strong>o devastador más adelante.<br />
Se apartó bruscamente de ella. La hizo tumbarse en la cama con <strong>un</strong>a mano y se ahuecó la<br />
protuberancia de los vaqueros con la otra.<br />
—Lo mires como lo mires, <strong>un</strong> buen polvo es mejor que el amor.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 170