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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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CAPÍ ÍTULLO 15<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Alex estaba dormido cuando Daisy regresó a la caravana. La joven se desvistió tan<br />

silenciosamente como pudo y se puso <strong>un</strong>a de las camisetas de su marido. Cuando se acercaba al<br />

sofá, oyó <strong>un</strong> ronco susurro:<br />

—Esta noche no, Daisy. Te necesito.<br />

Se giró y lo vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el deseo. Estaba<br />

despeinado y la medalla esmaltada que le colgaba del cuello resplandecía bajo la luz de la l<strong>un</strong>a que<br />

entraba por la ventana. Daisy aún podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater<br />

transmitiéndole <strong>un</strong> mensaje de amor incondicional. Sabía que no podía darle la espalda a Alex en<br />

ese momento.<br />

Esta vez no hubo sonrisas. Ni dulzura. La poseyó con ferocidad, casi con desesperación y,<br />

cuando todo terminó, Alex se acurrucó detrás ella, sin soltarla. Se quedaron dormidos con la mano<br />

de él sosteniéndole <strong>un</strong> pecho.<br />

Daisy no regresó al sofá la noche siguiente. A partir de ese día, compartió la cama con su<br />

marido mientras sentía que su corazón se in<strong>un</strong>daba de <strong>un</strong>a emoción a la que no quería dar<br />

nombre.<br />

Una semana más tarde, llegaron al centro de New Jersey. Instalaron el circo en el patio de <strong>un</strong>a<br />

escuela situada en <strong>un</strong> barrio de las afueras, con casas blancas de dos plantas, columpios en los<br />

patios traseros y monovolúmenes en los garajes. De camino a la casa de fieras, donde Tater estaba<br />

atado, Daisy se pasó por el vagón rojo para hacer <strong>un</strong>os cambios en el pedido de pienso y, cuando<br />

entró, vio a Jack examinando alg<strong>un</strong>as carpetas.<br />

La saludó con <strong>un</strong>a inclinación de cabeza. Ella le devolvió el saludo y se dirigió al escritorio para<br />

buscar los papeles que necesitaba. Sonó el móvil y lo cogió ella.<br />

—Circo de los Hermanos Quest.<br />

—Quería hablar con el doctor Markov —respondió <strong>un</strong> hombre con acento británico. —¿Podría<br />

avisarlo?<br />

Daisy se dejó caer en la silla.<br />

—¿Con quién?<br />

—Con el doctor Alex Markov.<br />

A Daisy comenzó a darle vueltas la cabeza.<br />

—N-no está aquí en este momento. ¿Quiere dejar algún recado?<br />

La mano le tembló al ap<strong>un</strong>tar el nombre y el número. Cuando colgó sintió que se tambaleaba.<br />

¡Alex era doctor! Sabía que era <strong>un</strong> hombre cultivado y que tenía <strong>un</strong>a vida oculta, pero jamás se<br />

había imaginado algo así.<br />

El misterio que rodeaba a su marido era cada vez más prof<strong>un</strong>do, pero no sabía cómo sonsacarle<br />

la verdad. Alex seguía esquivando cualquier preg<strong>un</strong>ta que le hiciera, seguía actuando como si no<br />

tuviera <strong>un</strong>a existencia más allá del circo.<br />

Se humedeció los labios resecos y miró a Jack.<br />

—Era <strong>un</strong> hombre que quería hablar con Alex. Lo llamó doctor Markov.<br />

Jack metió varias carpetas en el cajón abierto del archivador sin mirarla.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 153

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