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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

toda la maldad del m<strong>un</strong>do y la joven sintió como si esa malevolencia fuera dirigida hacia ella.<br />

Como si de alg<strong>un</strong>a manera, en esa salvaje noche de Carolina del Sur, hubiera encontrado su<br />

destino.<br />

Se dio la vuelta, incapaz de soportar la intensa mirada de esos ojos dorados por más tiempo. Al<br />

volverse se topó con <strong>un</strong>a cálida fortaleza detrás de ella y supo que había encontrado <strong>un</strong> santuario.<br />

Luego sintió algo áspero bajo la mejilla. Los acontecimientos, el miedo, el cansancio y todos los<br />

angustiosos cambios en su vida durante los últimos dos días la abrumaron y se echó a llorar.<br />

La mano de Alex fue sorprendentemente suave cuando la tomó por la barbilla para obligarla a<br />

mirarle a la cara. Daisy se encontró con otro par de pálidas pupilas, tan parecidas a los dorados<br />

ojos del tigre, que sintió como si hubiera escapado de <strong>un</strong>a bestia para caer en las garras de otra.<br />

—Sinj<strong>un</strong> no puede lastimarte, Daisy. Está en <strong>un</strong>a jaula.<br />

—¡Eso no importa! —La histeria se apoderó de ella.<br />

¿Acaso no se daba cuenta de que <strong>un</strong>a jaula no podía protegerla de lo que había visto en los ojos<br />

de ese enorme felino?<br />

Pero él no lo entendía y ella n<strong>un</strong>ca podría explicarle la fugaz sensación de haber tenido <strong>un</strong><br />

encuentro cara a cara con su propio destino. Se apartó de él.<br />

—Lo siento. Tienes razón. Soy <strong>un</strong>a estúpida.<br />

—Y no por primera vez —dijo él con seriedad.<br />

Daisy levantó la mirada hacía él. Aún manchado de pastel y azúcar glas, tenía <strong>un</strong> aspecto feroz,<br />

magnífico y aterrador; igual que el tigre. Se dio cuenta de que a Alex le temía de otra manera, de<br />

<strong>un</strong>a que no comprendía por completo, sólo sabía que era algo que iba más allá de la amenaza<br />

física. Era más que eso. De alg<strong>un</strong>a manera sentía que su marido podía dañarle el alma.<br />

Daisy había llegado a los límites de su resistencia. Habían sido demasiados cambios,<br />

demasiados conflictos, y no tenía ganas de luchar más. Estaba cansada hasta lo más prof<strong>un</strong>do de<br />

su ser y apenas tenía fuerzas para hablar.<br />

—Supongo que ahora me amenazarás con algo horrible.<br />

—¿No crees merecerlo? Sólo los niños tiran las cosas, no los adultos.<br />

—Tienes razón, por supuesto. —Se apartó el pelo de la cara con <strong>un</strong>a mano temblorosa. —¿De<br />

qué va esto, Alex? ¿Humillación? Ya he tenido bastante por esta noche. ¿Desprecio? También he<br />

tenido suficiente. ¿Odio? No, eso no f<strong>un</strong>cionará; estoy demasiado entumecida para sentirlo. —<br />

Hizo <strong>un</strong>a pausa, vacilando. —Me temo que tendrás que recurrir a algo distinto.<br />

Mientras la miraba, le pareció tan infeliz que algo se ablandó en el interior de Alex. Sabía que<br />

Daisy le tenía miedo —se había asegurado de ello— y a<strong>un</strong> así seguía sin poderse creer que la joven<br />

hubiera tenido el valor suficiente como para tirarle la tarta. Pobre cabeza hueca. No se le había<br />

ocurrido pensar que había sido como atacarle con las garras de <strong>un</strong> gatito.<br />

La sintió temblar bajo sus manos. Daisy había guardado las garras y sus ojos sólo mostraban<br />

desesperación. ¿Sabía ella que su rostro reflejaba cada <strong>un</strong>o de sus sentimientos?<br />

Se preg<strong>un</strong>tó con cuántos hombres se habría acostado. Probablemente ni ella misma lo sabía. A<br />

pesar de su inocente apariencia, estaba claro que le gustaban los placeres de la vida. También era<br />

<strong>un</strong> poco atolondrada y no le costaba imaginársela en la cama de cualquier playboy, sin ni siquiera<br />

saber cómo había llegado hasta allí.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 52

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