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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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—¿Estás enferma?<br />

—No.<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Alex puso su plato sobre la mesa y se sentó enfrente de ella, endureciendo su corazón ante la<br />

muda dignidad que mostraba su esposa.<br />

—Entonces no puedes faltar.<br />

Daisy pareció aceptar la negativa con resignación, algo que a Alex le molestó más que si hubiera<br />

discutido con él.<br />

—Jamás me había sentido tan despreciada.<br />

—Las llamas son así con todo el m<strong>un</strong>do. No te lo lomes como algo personal.<br />

—Frankie también me odia. Hoy me ha lanzado <strong>un</strong>a caja de galletas.<br />

—Ha tenido que ser <strong>un</strong> accidente. Frankie es amable con todo el m<strong>un</strong>do.<br />

Daisy apoyó <strong>un</strong> codo en la mesa y descansó la cabeza en la mano mientras revolvía el chile con<br />

desgana.<br />

—Desfilar con tan poca ropa denigra a las mujeres.<br />

—Pero es estupendo para la taquilla.<br />

Alex lamentó de inmediato haberle tomado el pelo, sobre todo cuando sabía que ella estaba<br />

demasiado cansada para responder a la broma. Y lo cierto era que le molestaba verla desfilar con<br />

ese maillot. No era tan alta como las demás chicas ni tan pechugona como ellas, pero la belleza<br />

juvenil y la dulce sonrisa de su esposa la hacían destacar, e incluso había tenido que ponerse serio<br />

con alg<strong>un</strong>os patanes del público que habían intentado ligar con ella tras la f<strong>un</strong>ción.<br />

Sorprendentemente, Daisy parecía no ser consciente de las reacciones que provocaba.<br />

Ella dejó caer <strong>un</strong>a galletita salada en el chile.<br />

—Ya que presumes de lo bien que se cuida a los animales en el circo, deberías saber que la casa<br />

de fieras es <strong>un</strong>a vergüenza.<br />

—Estoy totalmente de acuerdo contigo. Llevo años diciéndolo, pero a Owen le encantaba y<br />

siempre se negó en redondo a deshacerse de ella.<br />

—¿Y Sheba?<br />

—Opina como yo. Espero que la cierre pronto, pero no hay mercado para los animales viejos de<br />

los circos. En realidad están mejor con nosotros que si los vendiese a los cotos de caza ilegales.<br />

Daisy se llevó <strong>un</strong> poco de chile a la boca pero volvió a poner el tenedor en el plato como si<br />

comer supusiera demasiado esfuerzo.<br />

Alex ya no lo soportó más. No le importaba si le criticaban por darle a su esposa <strong>un</strong> trato de<br />

favor, pero no podía tolerar esas sombras púrpura bajo sus ojos ni <strong>un</strong> día más.<br />

—Vete a la cama, Daisy. He cambiado de idea. Hoy puedes saltarte la f<strong>un</strong>ción.<br />

—¿De verdad? ¿Estás seguro?<br />

La alegría de Daisy lo hizo sentir todavía más culpable.<br />

—Eso es lo que he dicho, ¿no?<br />

—Sí, sí, claro. Oh, gracias, Alex. No lo olvidaré.<br />

Daisy durmió durante la primera f<strong>un</strong>ción pero, para sorpresa de Alex, se presentó cuando<br />

comenzaba la seg<strong>un</strong>da f<strong>un</strong>ción. La siesta de dos horas había hecho maravillas en ella y parecía más<br />

relajada que en los días anteriores. Mientras recorría la pista de arena sobre Misha, Alex la vio<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 99

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