Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
«Díselo.»<br />
«Pronto, muy pronto.»<br />
<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />
SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />
¿Cuánto tiempo pasaría antes de que sintiera la nueva vida que crecía en su vientre? No podía<br />
estar embarazada de más de seis semanas, así que aún pasaría <strong>un</strong> tiempo. No se había saltado ni<br />
<strong>un</strong>a sola píldora, por lo que al principio había atribuido los síntomas al cansancio. Pero la semana<br />
anterior, tras vomitar en el cuarto de baño, se había comprado <strong>un</strong> test de embarazo y había<br />
descubierto la verdad.<br />
Jugueteó con <strong>un</strong>a de las orejas de Sinj<strong>un</strong>. Sabía que tenía que decírselo a Alex, pero aún no<br />
estaba preparada. Sabía que su marido se enfadaría —Daisy no se encañaba al respecto, —pero en<br />
cuanto se acostumbrara a la idea, ella misma se aseguraría de que aquello lo hiciera feliz. «Y le<br />
haría feliz», se dijo a sí misma firmemente. Alex la amaba. A<strong>un</strong>que todavía no lo hubiera admitido.<br />
Y amaría a su bebé.<br />
Si bien él todavía no había dicho las palabras que ella necesitaba escuchar, Daisy sabía que Alex<br />
albergaba prof<strong>un</strong>dos sentimientos hacia ella. ¿Qué otra cosa si no provocaría la ternura que veía<br />
reflejada en sus ojos de vez en cuando o la satisfacción que parecía irradiar de él cuando estaban<br />
j<strong>un</strong>tos? A veces le resultaba difícil recordar lo raro que solía ser que él se riera cuando lo había<br />
conocido.<br />
Sabía que a Alex le gustaba estar con ella. Al vivir en <strong>un</strong>a pequeña caravana y gracias a los<br />
interminables kilómetros que hacían en la camioneta casi todas las mañanas, pasaban más tiempo<br />
j<strong>un</strong>tos que la mayoría de los matrimonios y, a pesar de ello, todavía la buscaba durante el resto del<br />
día para compartir con ella cualquier cosa, para comentarle cualquier problema que hubiera<br />
surgido en la localidad en la que estaban o simplemente darle <strong>un</strong>a rápida palmadita posesiva en el<br />
trasero. La comida diaria entre la matinée y las f<strong>un</strong>ciones nocturnas se había convertido en <strong>un</strong><br />
ritual importante para los dos. Y por la noche, tras el trabajo, hacían el amor con <strong>un</strong>a pasión y <strong>un</strong>a<br />
libertad que n<strong>un</strong>ca hubiera creído posible.<br />
Ya no podía imaginar la vida sin él. Por otro lado Alex había dejado de mencionar el divorcio,<br />
señal de que tampoco él podía imaginárselos separados. Por ese motivo Daisy aún no le había<br />
contado lo del bebé. Simplemente quería darle <strong>un</strong> poco más de tiempo para que se acostumbrase<br />
a amarla.<br />
A la mañana siguiente todo se fue al garete. Alex se despertó <strong>un</strong> poco después de que ella<br />
hubiera salido de la cama y la descubrió en el descampado detrás de las caravanas jugando con<br />
Sinj<strong>un</strong>. Dos horas más tarde todavía seguía cabreado con ella.<br />
Esa mañana le tocaba conducir a Daisy. Habían comenzado a turnarse cuando Alex se dio<br />
cuenta de que ella no iba a destrozar la camioneta y de que le encantaba conducir.<br />
—Debería haber conducido yo esta mañana —dijo él. —Así habría tenido las manos ocupadas y<br />
no tendría que pensar en dónde meterlas para no estrangularte.<br />
—Ya está bien, Alex, relájate.<br />
—¿¡Que me relaje!? ¿Estás de coña?<br />
Daisy lo fulminó con la mirada. Él la miró furioso.<br />
—Prométeme que no volverás a soltar a Sinj<strong>un</strong>.<br />
Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 192