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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Se suponía que el circo era <strong>un</strong> lugar mágico, pero todo lo que ella había encontrado era ira y<br />

sospecha. Clavó los ojos en Alex, intentando ver a través de la impenetrable fachada que<br />

presentaba.<br />

—¿Qué ocurre si te equivocas?<br />

—No lo hago. No puedo permitírmelo.<br />

Daisy notó la fría certeza en la voz de su marido. Tal arrogancia era <strong>un</strong>a invitación al desastre.<br />

Se le puso <strong>un</strong> nudo en la garganta. Ella le había dicho que no volvería a defenderse, pero a<strong>un</strong> así se<br />

sintió in<strong>un</strong>dada por <strong>un</strong> tumulto de emociones. Tragando saliva, se quedó mirando las feas y finas<br />

cortinas que cubrían las ventanas detrás de Alex.<br />

—Yo no robé los doscientos dólares, Alex.<br />

Él se levantó y se acercó a la puerta.<br />

—Nos enfrentaremos mañana a las consecuencias. No intentes salir de la caravana. Si lo haces,<br />

no dudes que te encontraré.<br />

Ella oyó aquella voz helada y se preg<strong>un</strong>tó qué clase de castigo le impondría. Sería duro, de eso<br />

no tenía la menor duda.<br />

Alex abrió la puerta y salió a la noche. Ella oyó el rugido de <strong>un</strong> tigre y se estremeció.<br />

Cuando Sheba miró los doscientos dólares que Alex le daba, supo que tenía que escapar de allí<br />

y, <strong>un</strong> momento después, aceleraba por la carretera en su Cadillac sin importarle adónde iba;<br />

necesitaba celebrar la humillación de Alex en privado. A pesar de todo su orgullo y arrogancia,<br />

Alex Markov se había casado con <strong>un</strong>a ladrona.<br />

Sólo <strong>un</strong>as horas antes, cuando Jill Dempsey le había dicho que Alex se había casado, Sheba se<br />

había querido morir. Había podido tolerar el horrible recuerdo del día en que perdió el orgullo,<br />

cuando se rebajó delante de él, porque había sabido que Alex n<strong>un</strong>ca se casaría con otra. ¿Cómo<br />

iba a encontrar a <strong>un</strong>a mujer que le comprendiera como lo hacía ella, su alma gemela? Si no podía<br />

casarse con Sheba, mucho menos podría hacerlo con otra, y gracias a ese pensamiento su orgullo<br />

había sobrevivido.<br />

Pero hoy todo se había acabado. Aún no podía creer que él le hubiera negado ese último<br />

placer. Se recordaba a sí misma llorando y abrazándose a él, rogándole que la amara, con la misma<br />

claridad que si acabara de ocurrir.<br />

Y ahora, con más rapidez de la que podía haber imaginado, él estaba siendo castigado y ella<br />

podría dormir tranquila. No podía imaginar <strong>un</strong> golpe más amargo para el orgulloso Alex. Al menos<br />

su humillación había sido privada, pero la de él había sido en público. Sheba incendió la radio y el<br />

coche se in<strong>un</strong>dó con el sonido del rock duro. Pobre Alex. En realidad lo compadecía. Se había<br />

negado a casarse con la reina de la pista y había terminado con <strong>un</strong>a ladrona.<br />

Mientras Sheba Quest volaba por la carretera bajo la luz de la l<strong>un</strong>a de Carolina del Norte,<br />

Heather estaba acurrucada en el asiento trasero del Airstream de su padre con los delgados brazos<br />

cruzados sobre el pecho y las mejillas húmedas por las lágrimas.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 76

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