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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Agarró la cerveza y la abrió mientras se acercaba a Tater. El elefantito se estaba echando el<br />

heno en el lomo, y tomó <strong>un</strong> poco de paja fresca para espolvorear a Alex con ella como gesto de<br />

amistad. Alex entendía ahora por qué su esposa siempre llevaba el pelo lleno de heno.<br />

—Estoy seguro de que Daisy te echa de menos, amiguito —dijo suavemente, frotando la<br />

trompa del elefante.<br />

Se sentiría todavía más perdida sin Sinj<strong>un</strong>. Existía <strong>un</strong>a extraña com<strong>un</strong>ión entre Daisy y el tigre,<br />

algo que él n<strong>un</strong>ca había entendido por completo. A su esposa le encantaba trabajar con los<br />

animales que nadie más quería: <strong>un</strong> elefantito problemático, <strong>un</strong>a gorila tímida, <strong>un</strong> viejo tigre con<br />

aire regio... Debía de ser difícil para ella no estar con los seres que amaba. En ese momento se<br />

quedó paralizado, se le puso la piel de gallina y se olvidó de respirar. ¿Qué le hacía pensar que no<br />

estaba con <strong>un</strong>o de ellos?<br />

Veinticuatro horas después estaba frente a la verja de la zona tropical del zoo Brookfield de<br />

Chicago mirando a Glenna. La gorila estaba sentada sobre la montana rocosa del centro del recinto<br />

y comía <strong>un</strong> tallo de apio. Alex llevaba horas vagando por las pasarelas que rodeaban el hábitat. Le<br />

picaban los ojos por la falta de sueño, le dolía la cabeza y notaba como si le ardiera el estómago.<br />

¿Y si se equivocaba? ¿Y si ella no estaba allí después de todo? Había pasado por la oficina de<br />

empleo del zoo y sabía que no trabajaba allí. Pero estaba seguro de que Daisy querría estar cerca<br />

de Glenna. Además, no tenía más pistas y no perdía nada por intentarlo.<br />

«Tonto.» La palabra resonaba en su cabeza como el ruido de <strong>un</strong>a taladradora. «Tonto. Tonto.<br />

Tonto. Tonto.»<br />

El pesar que sentía era demasiado privado para ser exhibido y, cuando oyó el murmullo de otro<br />

grupo de niños, subió por la senda curva, bordeada por vegetación tropical y <strong>un</strong>a verja de hierro<br />

pintada de verde como el bambú y <strong>un</strong>ida por <strong>un</strong>a cuerda. Arriba estaría solo. Glenna se agarró con<br />

fuerza a <strong>un</strong>a de las pesadas cuerdas que colgaba de los troncos que coronaban la cima de la<br />

montaña de los gorilas y se acercó a él. Parecía sana y feliz en su nuevo hogar. Se bajó, esta vez<br />

con <strong>un</strong>a zanahoria.<br />

De repente, la gorila alzó la cabeza y comenzó a emitir ruiditos. Alex siguió la dirección de su<br />

mirada y vio cómo Daisy se acercaba por el sendero de abajo hacia el animal.<br />

El corazón le palpitó contra las costillas, pero la alegría que amenazó con hacerlo estallar fue<br />

sustituida casi de inmediato por ansiedad. Incluso a quince metros era evidente que Daisy no<br />

llevaba maquillaje y que las líneas de fatiga marcaban su rostro. Llevaba el pelo recogido en la<br />

nuca y, por primera vez desde que la conocía, parecía marchita. ¿Dónde estaba la Daisy que<br />

disfrutaba maquillándose y echándose perfume? ¿La Daisy que disfrutaba <strong>un</strong>tándose loción de<br />

albaricoque y pintándose los labios de color frambuesa? ¿Dónde estaba la Daisy que gastaba toda<br />

el agua caliente en <strong>un</strong>a ducha dejando <strong>un</strong>a densa capa de vapor en el cuarto de baño? A Alex se le<br />

secó la boca mientras se empapaba con la imagen de su esposa y algo se desgarró en su interior.<br />

Ésta era la Daisy que él había creado.<br />

Ésta era la Daisy con la luz del amor extinguida.<br />

Se acercó más y vio que se le habían h<strong>un</strong>dido las mejillas; se dio cuenta de que había perdido<br />

peso. Deslizó la mirada a su vientre, pero la chaqueta floja y los pantalones oscuros le impidieron<br />

ver si su cuerpo había experimentado algún cambio. Alex se asustó. ¿Y si había perdido al bebé?<br />

¿Sería ése el castigo que le esperaba a él?<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 230

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