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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

—Por supuesto que voy a pagarte. Es decir, si realmente llegas a hacer algo. Pero no creas que<br />

vas a poder comprarte diamantes. Los sueldos en el circo son muy bajos.<br />

A ella no le importó. La idea de recibir <strong>un</strong> sueldo era emocionante.<br />

—Enséname qué tengo que hacer. Te prometo que no volveré a retrasarme.<br />

Alex la llevó a la ventanilla que había en el lateral de la caravana y le explicó el procedimiento<br />

con voz suave. Era muy sencillo y Daisy lo aprendió de inmediato.<br />

—Comprobaré hasta el último penique —dijo él, —así que no cojas nada, ni siquiera para<br />

tabaco.<br />

—Yo no haría eso.<br />

Él no pareció convencido.<br />

—Y asegúrate de no perder de vista el cajón de la recaudación ni <strong>un</strong> minuto. El circo está al<br />

borde de la ruina, no podemos permitirnos el lujo de perder dinero.<br />

—Por supuesto que no lo haré. No soy estúpida.<br />

Ella contuvo el aliento presintiendo que él lo negaría, pero Alex se concentró en destrabar la<br />

bisagra de la ventanilla. La acompañó mientras despachaba a los primeros clientes para asegurarse<br />

de que lo hacía bien, y cuando vio que no tenía ningún tipo de problema le dijo que se iba.<br />

—¿Vas a la caravana? —preg<strong>un</strong>tó ella.<br />

—Iré cuando tenga que vestirme. ¿Por qué?<br />

—Lo he dejado algo revuelto. —Tenía que volver a la caravana antes de que él viera el<br />

desorden que había. Al comenzar con la limpieza, debería haber dejado los armarios para el final,<br />

pero había querido fregar a fondo, Así que había vaciado los estantes para limpiarlos primero.<br />

Ahora los armarios estaban limpios, pero no le había dado tiempo de volver a colocar las cosas y<br />

no había ni <strong>un</strong>a sola superficie en la caravana que no estuviera cubierta por algo: ropa,<br />

herramientas o <strong>un</strong> alarmante montón de látigos.<br />

—Te juro que lo recogeré todo en cuanto acabe aquí —le dijo atropelladamente, —así que no<br />

te preocupes si ves las cosas fuera de su sitio.<br />

Él asintió con la cabeza y la dejó sola. Las siguientes horas pasaron sin incidentes. A Daisy le<br />

gustaba conversar con las personas que iban a comprar las entradas, y en varias ocasiones, cuando<br />

las familias le parecían pobres, se inventó <strong>un</strong> sinnúmero de asombrosas razones para decirles que<br />

habían ganado entradas gratis.<br />

Ya se había propagado el rumor de que era la mujer de Alex, y muchos de los empleados del<br />

circo se inventaron excusas para pasar por allí y satisfacer su curiosidad sobre ella. Tanta<br />

cordialidad extrañó a Daisy. Reconoció a alg<strong>un</strong>os de los hombres que se ocupaban de los<br />

tenderetes, a alg<strong>un</strong>os payasos y a varios miembros de la familia Lipscomb, que realizaba <strong>un</strong><br />

número ecuestre. Se dio cuenta de que alg<strong>un</strong>as de las chicas tenían que disimular para ocultar los<br />

celos que sentían porque ella hubiera logrado pescar a Alex Markov; Daisy apreció el gesto. Por<br />

primera vez, sintió <strong>un</strong> atisbo de esperanza. Tal vez las cosas resultaran bien después de todo.<br />

Quizá la persona más interesante que se presentó ante ella fue Brady Pepper, el padre de<br />

Heather. Apareció con sus ropas de trabajo: <strong>un</strong> mono blanco ceñido a la cintura por <strong>un</strong> ancho<br />

cinturón de color oro con <strong>un</strong>as cintas doradas que adornaban el escote y los tobillos.<br />

Una chica llamada Charlene ya le había dicho que Brady y Alex eran los hombres más atractivos<br />

del circo, y tuvo que darle la razón. Brady Pepper le recordaba a <strong>un</strong>a versión más baja de Sylvester<br />

Stallone, lleno de músculos, actitud arrogante y acento neoyorquino. Tenía <strong>un</strong> atrayente aspecto<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 46

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