10.05.2013 Views

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Te odio.<br />

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Y así siguieron, hiriéndose y castigándose hasta que, de repente, dejaron de decirse aquellas<br />

crueles palabras. Se <strong>un</strong>ieron, escalando j<strong>un</strong>tos hasta la cima y, en <strong>un</strong> momento arrebatador, se<br />

olvidaron de todo.<br />

Después Sheba intentó salir apresuradamente de la cama, pero Brady no la dejó.<br />

—Quédate aquí, nena. Sólo <strong>un</strong> momento.<br />

Por <strong>un</strong>a vez, la dueña del circo contuvo su afilada lengua y se giró en los brazos de Brady. Los<br />

mechones de su pelo rojizo se esparcieron como cintas relucientes sobre el pecho masculino.<br />

—Daisy será ahora <strong>un</strong>a heroína. —Brady sintió cómo se estremecía al decirlo.<br />

—Se lo merece.<br />

—La odio. Le odio.<br />

—No tiene nada que ver contigo.<br />

—¡No es verdad! No sabes nada. Las cosas iban bien cuando todos pensaban que Daisy era <strong>un</strong>a<br />

ladrona. Pero ahora no. Ahora Alex pensará que ha ganado.<br />

—Olvídalo, nena. Simplemente olvídalo.<br />

—No me das miedo —le dijo desafiante.<br />

—Lo sé. Lo sé.<br />

—No me da miedo nada.<br />

Él la besó en la sien pero no la llamó mentirosa. Sabía que Sheba tenía miedo. Por alg<strong>un</strong>a razón,<br />

la reina de la pista central ya no se reconocía a sí misma y eso la asustaba muchísimo.<br />

Alex se quedó mirando el oscuro escaparate de la tienda de postales de Hallmark. Tres puertas<br />

más abajo brillaban las luces de <strong>un</strong>a pequeña pizzería mientras, j<strong>un</strong>to a ellos, parpadeaba el<br />

letrero de neón de <strong>un</strong>a tintorería cerrada. Hacía mucho tiempo que había dejado de pensar en el<br />

robo de Daisy, pero lo cierto era que n<strong>un</strong>ca había creído que fuera inocente. Tenía que asumir la<br />

terrible injusticia que había cometido con ella.<br />

¿Por qué no la había creído? Siempre se había enorgullecido de ser imparcial, pero había<br />

estado tan seguro de que la desesperación de Daisy la había conducido a robar el dinero que no le<br />

había ofrecido el beneficio de la duda. Debería haber sabido que el fuerte código moral de su<br />

esposa jamás le permitiría robar.<br />

Ella se removió inquieta a su lado.<br />

—¿Podemos irnos ya?<br />

Daisy no había querido acompañarlo a dar <strong>un</strong> paseo nocturno por la alameda desierta, cerca de<br />

donde se había instalado el recinto del circo, pero Alex no estaba preparado para volver a los<br />

estrechos confines de la caravana y había insistido en ello. Dio la espalda al despliegue de postales<br />

y figuras de ángeles y sintió la tensión y la mirada preocupada de Daisy.<br />

Los rizos negros enmarcaban las mejillas de su esposa y su boca parecía tierna y delicada. Sintió<br />

temor ante aquella dulce cabeza hueca que poseía <strong>un</strong>a vol<strong>un</strong>tad tan firme como la suya. Le rozó la<br />

mejilla con el pulgar.<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 200

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!