10.05.2013 Views

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

Tiempo después Daisy no pudo recordar cómo consiguió aguantar durante los diez días<br />

siguientes mientras el circo recorría Carolina del Norte antes de cruzar la frontera de Virginia.<br />

Durante el día Alex y ella estaban solos en la camioneta y, cuando él se dignaba a hablarle, ella<br />

sentía como si le estuviera pinchando con carámbanos. Ni siquiera compartían las comidas. Alex<br />

siempre se abría alg<strong>un</strong>a lata de conservas mientras ella estaba en el cuarto de baño arreglándose<br />

para la f<strong>un</strong>ción y le dejaba preparado <strong>un</strong> plato de comida mientras él se cambiaba. N<strong>un</strong>ca le<br />

preg<strong>un</strong>tó qué le apetecía comer ni le pidió que cocinara, a<strong>un</strong>que ella tampoco habría tenido<br />

fuerzas para hacerlo.<br />

Alg<strong>un</strong>as veces Daisy pensaba que había soñado aquel apasionado beso que habían compartido.<br />

Ahora a ni siquiera se tocaban, salvo en esas ocasiones en las que se quedaba dormida en la<br />

camioneta y se despertaba acurrucada contra él. Cuando eso ocurría se apartaba de <strong>un</strong> salto, sólo<br />

para sentir la intensa energía sexual que existía entre ellos, tan palpable como la brisa que entraba<br />

en la camioneta.<br />

O puede que todo eso fuera cosa de su imaginación. Tal vez Alex no se sentía atraído por ella.<br />

¿Cómo iba a encontrar atractiva a <strong>un</strong>a chica con las manos llenas de ampollas, la nariz quemada<br />

por el sol y los codos llenos de costras, que no vestía otra cosa que ropa de trabajo sucia? En algún<br />

momento de la última semana había dejado de maquillarse hasta la hora de la f<strong>un</strong>ción. Durante el<br />

día se recogía el pelo en <strong>un</strong>a coleta, con alg<strong>un</strong>os rizos sueltos que le caían sobre el cuello y las<br />

mejillas. En sólo dos semanas había abandonado las costumbres de toda <strong>un</strong>a vida.<br />

Ni siquiera sabía quién era cuando se miraba en el espejo.<br />

Siempre estaba cansada. Se quedaba dormida en el sofá antes de medianoche, pero luego, <strong>un</strong>a<br />

vez que Alex entraba en la caravana, le resultaba imposible volver a dormirse. Daba igual lo que<br />

hiciera, daba vueltas durante horas hasta que finalmente caía en <strong>un</strong> sueño intranquilo y se<br />

despertaba sin haber descansado. Se sentía agotada, conf<strong>un</strong>dida e increíblemente sola.<br />

Como todos creían que era <strong>un</strong>a ladrona, continuaban haciendo todo lo posible para evitarla y,<br />

por otro lado, tampoco había mejorado la relación con los elefantes. Tater todavía se comportaba<br />

como si lo hubiera traicionado. Varias veces llegó a considerar la posibilidad de ponerse perfume,<br />

pero la asustaba todavía más el cariño del elefantito que su odio. Cuando Neeco y Digger estaban<br />

cerca, el animal la dejaba tranquila, pero, si no estaban a la vista, buscaba cualquier oport<strong>un</strong>idad<br />

para arrojarla al suelo; la derribó tantas veces que Daisy tenía magulladuras por todas partes.<br />

Los otros elefantes se dieron cuenta enseguida de que era <strong>un</strong>a presa fácil y la convirtieron en el<br />

blanco de todas sus travesuras. La rociaban con agua, le chillaban y la tiraban al suelo si se<br />

acercaba demasiado. Lo peor era ver cómo esperaban a que se aproximara a ellos antes de<br />

divertirse a su costa. Neeco le decía que, como se negaba a usar el pincho, tenía lo que se merecía<br />

y que jamás vencería.<br />

A<strong>un</strong>que se mantuvo alejada de Sinj<strong>un</strong> y averiguó más cosas de él por lo que les oyó a los demás.<br />

Era <strong>un</strong> tigre viejo, tenía <strong>un</strong>os dieciocho años y fama de arisco. Según Digger, ning<strong>un</strong>o de sus<br />

entrenadores había conseguido ganar su confianza, y todos lo consideraban imprevisible y<br />

peligroso.<br />

Como su marido.<br />

Alex la conf<strong>un</strong>día de tal manera que no sabía qué pensar de él. Tan pronto se comportaba<br />

como <strong>un</strong> monstruo sádico como aparecía por el camión de los elefantes con <strong>un</strong>os nuevos guantes<br />

de trabajo para ella o <strong>un</strong>a gorra de béisbol para que no se quemara con el sol. Y, más de <strong>un</strong>a vez,<br />

llegó justo a tiempo de bajar <strong>un</strong>a carretilla cargada de estiércol por la rampa antes de que Daisy<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 92

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!