Doctrina y Convenios e Historia de la Iglesia - Seminaries ...

Doctrina y Convenios 88
Analicen por qué esas leyes y reglamentos son necesarios
y útiles.
Invite a los alumnos a leer Doctrina y Convenios 88:36–38
y a nombrar algunos otros lugares que tienen leyes que los
gobiernan. Escriba en la pizarra Celestial, Terrestre y Telestial,
y pida a los alumnos que nombren algunas de las leyes que
gobiernan cada uno de esos reinos. (Para las leyes celestiales,
véase D. y C. 76:50–70, 92–96; para las terrestres, véanse los
vers. 71–80, 87, 91, 97; para las telestiales, véanse los vers.
81–90, 98–112.)
Lean Doctrina y Convenios 88:20–24, 38–39 y analicen quiénes
heredarán cada uno de esos reinos. Lean los versículos 28–32
y pregunte: En la Resurrección, ¿qué determinará la clase de
cuerpo que recibiremos? Lean los versículos 96–102 y descubran
el orden en el cuál resucitaremos.
Analicen por qué esas enseñanzas acerca de las leyes pueden
brindar paz a nuestra vida. Pregunte: ¿Por qué es importante
vivir ahora una ley celestial? Pida a los alumnos que piensen
en qué pueden hacer para prepararse para vivir en el reino
celestial.
Doctrina y Convenios 88:62–76, 86. El Señor nos
manda limpiarnos del pecado. (15–20 minutos.)
Ponga a la vista dos frascos o recipientes trasparentes; llene uno
con agua limpia y al otro con agua a la cual le haya agregado
algunas gotas de color. Tome dos trozos de tela blanca y
pregunte a los alumnos qué pasaría con esas telas si las
sumergiera en los recipientes. Hágalo y muestre los resultados.
Comparta la siguiente declaración del élder Sterling W. Sill,
que en ese entonces era Ayudante de los Doce:
“Alguien dijo que la mente humana se compone de
aquello con que se alimenta, y que la mente, como la
mano del tintorero, se tiñe del color de lo que sostiene.
Si tomo en la mano una esponja con tinta azul, mi mano
absorbe el color azul; y si retengo en la mente y el
corazón pensamientos de fe y entusiasmo, toda mi
personalidad lo reflejará. Por otro lado, si albergo en mi
mente pensamientos rencorosos, deshonestos, ociosos y
pervertidos, mi personalidad reflejará el color de lo que
ella alberga.
“…Nadie puede tener pensamientos elevados y actuar
con bajeza. Nadie puede pensar rectamente y ser
malvado” (véase “La poesía de nuestra vida”, Liahona,
agosto de 1978, pág. 106).
Lean Doctrina y Convenios 88:67–68 y analicen por qué
esos versículos se relacionan con la declaración del élder Sill.
Después pregunte:
• ¿Qué significa tener nuestra mira puesta únicamente en la
gloria de Dios?
• ¿De qué modo podemos hacerlo?
Lean los versículos 62–66 y pregunte:
• ¿Qué nos sugiere el Señor que hagamos a fin de tener puesta
nuestra mira únicamente en Su gloria?
• ¿Cuáles son algunas de las formas en que pueden acercarse
más al Señor?
• ¿De qué manera los ha ayudado la oración a acercarse
al Señor?
• ¿Con qué frecuencia debemos orar? (véase el vers. 126).
Comparta la siguiente declaración del presidente Wilford
Woodruff, en ese entonces Presidente del Quórum de los Doce:
“El Salvador nos ha dado una amonestación que todos
los santos de Dios debemos observar, pero que, me temo,
no la cumplamos como debiéramos y es la de orar
siempre y no desmayar. Temo que, como pueblo, no
oremos con fe lo suficiente. Debemos clamar al Señor en
poderosa oración y hacerle saber todos nuestros deseos,
ya que si Él no nos protege y nos salva, ningún otro poder
lo hará. Por consiguiente, nuestra confianza debe estar
enteramente depositada en Él; y nuestras oraciones
deben ascender hasta nuestro Padre Celestial, día y
noche” (Discourses of Wilford Woodruff, pág. 221).
Para ilustrar cómo los profetas se acercan al Señor por medio
de la oración, comparta el siguiente relato del élder M. Russell
Ballard, en ese entonces miembro de los Setenta:
“Deseo relatarles una experiencia muy especial… Poco
después de ser llamado como miembro del Primer
Quórum de los Setenta [en abril de 1976] asistí a una
asamblea solemne en la parte este de Canadá para todos
los líderes del sacerdocio de la zona. Asistieron a ella la
Primera Presidencia, los miembros del Consejo de los
Doce y uno de sus ayudantes. Fue una experiencia
maravillosa para mí…
“Cuando terminó la asamblea solemne, tuvimos una cena
ligera para las Autoridades Generales y después yo llevé
a la Primera Presidencia de regreso al hotel en que se
estaban quedando… Subí para llevarle al presidente
[Spencer W.] Kimball la llave, a fin de que pudiera entrar
en su cuarto, y al entregársela le dije: Presidente, ‘aquí
tiene la llave de su cuarto. Pensé en subírsela enseguida
para que pudiera entrar y tener una buena noche de
descanso’.
“Él me dio las gracias con su usual amabilidad y entonces
el presidente Tanner me tomó del brazo y me dijo: ‘Russ,
¿le gustaría entrar y orar con nosotros?’ ¿Se imaginan lo
que es terminar el día con una oración junto a la Primera
Presidencia de la Iglesia?… Me sentía emocionadísimo y
tenía los ojos llenos de lágrimas cuando nos arrodillamos
alrededor de la cama.
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