Doctrina y Convenios e Historia de la Iglesia - Seminaries ...

El período de Ohio y Misuri
Otras fuentes de estudio
• Doctrina y Convenios: Manual para el alumno, Religión
324–325, págs. 251–252.
Sugerencias para la enseñanza
Doctrina y Convenios 108. Los miembros de la Iglesia
reciben “bendiciones sumamente grandes” del Señor
cuando hacen convenios con Él y los guardan.
(15–20 minutos.)
Ponga a la vista una lámina de Jesucristo y pida a los alumnos
que imaginen que tienen una entrevista con Él. Pregúnteles
que les gustaría que el Salvador les dijese, de lo que sigue
a continuación:
• “Te son perdonados tus pecados” (D. y C. 108:1).
• “Repose, por tanto, tu alma en cuanto a tu condición
espiritual” (vers. 2).
• “Serás bendecido con bendiciones sumamente grandes”
(vers. 3).
• “Estoy contigo para bendecirte y librarte para siempre”
(vers. 8).
Pida a los alumnos que expliquen la razón de sus elecciones.
Pregúnteles qué pueden hacer para recibir bendiciones del
Señor como éstas.
Explique que el Señor hizo todas esas promesas a Lyman
Sherman, un miembro fiel de la Iglesia. Pida a los alumnos
que lean la sección 108 y marquen las instrucciones del Señor
que pueden ayudarnos a obtener esas bendiciones. Utilice las
preguntas siguientes como ayudas para el análisis:
• ¿De qué forma “resiste” la gente la voz del Señor?
(Al no obedecer el consejo de Sus siervos.)
• Comparen 2 Nefi 1:23 con Doctrina y Convenios 108:3.
¿De qué modo se “levanta” una persona?
• ¿Cuáles son los “votos”? (vers. 3). ¿En qué son similares
a los convenios?
• ¿Qué significa “ten más cuidado… de observar” los votos?
• ¿Qué bendiciones son dignas de “espera[r] con paciencia”?
(vers. 4). (Entre las respuestas estarían las ordenanzas del
templo, la revelación, la santificación.)
• ¿En que forma pueden “fortalece[r] a [sus] hermanos?
(vers. 7).
Lean el primer párrafo de la Introducción a la sección 108 de
esta misma lección. Analicen por qué la obediencia de Lyman
Sherman a la revelación personal lo llevó a obtener más
bendiciones. Testifique a los alumnos que ellos también
pueden recibir bendiciones similares mediante la obediencia
al Señor. Comparta la declaración del élder Joseph B. Wirthlin
de la Introducción a la sección 108 de esta misma lección.
Introducción
Doctrina y Convenios 109
El 27 de diciembre de 1832, el Señor mandó a los santos de
Kirtland establecer “una casa, sí, una casa de oración, una
casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una
casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios” (D. y C.
88:119). La construcción del templo comenzó en junio de 1833.
Después de casi tres años de intenso sacrificio, tanto de tiempo
como de bienes, los santos terminaron el templo en marzo de
1836. El Profeta dedicó el templo el 27 de marzo por medio de
la lectura de la oración que se registra en Doctrina y Convenios
109, la cual había recibido anteriormente mediante una
revelación. Esa oración se ha convertido en un modelo para
otras oraciones dedicatorias de los templos.
El presidente Gordon B. Hinckley, en ese entonces Consejero
de la Primera Presidencia, explicó por qué los santos se
sacrifican voluntariamente para edificar templos:
“Cada uno de los templos edificados por La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días expresa el testimonio de este
pueblo de que Dios nuestro Padre Eterno vive, de que Él tiene
un plan para bendecir a Sus hijos de todas las generaciones,
y de que Su Amado Hijo, Jesucristo, el que nació en Belén de
Judea y fue crucificado en la cruz del Gólgota, es el Salvador
y el Redentor del mundo. Su sacrificio expiatorio permite que
se cumpla ese plan en la vida eterna de toda persona que acepte
el Evangelio y lo viva. Todos los templos, ya sean grandes o
pequeños, viejos o nuevos, demuestran nuestro testimonio de
que la vida venidera es tan real como la vida mortal. No habría
necesidad de edificar templos si el espíritu humano no fuera
eterno. Todas las ordenanzas que se realizan en estos edificios
sagrados tienen consecuencias eternas…
“…Este poder de sellar en los cielos lo que se sella en la tierra es
el que se ejerce en estos sagrados edificios. Todos vamos a morir,
pero por medio del plan eterno validado por el sacrificio de
nuestro Redentor, todos podemos heredar glorias infinitamente
mejores que cualquiera de las maravillas de esta vida.
“Ésta es la razón por la cual los de la generación pasada
lucharon tanto y con una fe tan extraordinaria por edificar
un edificio digno de ser dedicado a Dios nuestro Padre Eterno
y Su Amado Hijo, el Señor Jesucristo. Y ése fue también el
propósito de construir los templos [en los primeros tiempos
de la Iglesia] y también los que se edificaron después” (“Esta
pacífica Casa de Dios”, Liahona, julio de 1993, pág. 85).
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