Doctrina y Convenios e Historia de la Iglesia - Seminaries ...

Doctrina y Convenios 42
Utilizo la forma imperativa del verbo dar en ese versículo
para explicar que, no sólo es imposible enseñar bien sin
el Espíritu, sino que sin Él no habrá aprendizaje alguno,
pero más que nada hago hincapié en que Dios nos
prohíbe enseñar sin el Espíritu. ‘No enseñaréis’ me da la
impresión de una orden” (véase Jeffrey R. Holland, en
el video de la conferencia del SEI, 20 de junio de 1992).
“La doctrina cobra su poder cuando el Espíritu Santo
confirma que es verdadera. Debemos preparar a los
que enseñemos, lo mejor que podamos, para que reciban
los suaves susurros de la voz apacible y delicada. Eso
requiere al menos algo de fe en Jesucristo; requiere al
menos algo de humildad, algo de la buena disposición
para someterse a la voluntad del Salvador para con
nosotros” (“El poder del enseñar la doctrina”, Liahona,
julio de 1999, pág. 86).
“Los maestros y los miembros de la clase deben procurar
el Espíritu durante la lección. Una persona puede enseñar
verdades muy profundas y los alumnos pueden estar
participando en análisis estimulantes, pero a menos
que el Espíritu esté presente, eso no tendrá un efecto
poderoso en el alma…
“Cuando el Espíritu está presente en la enseñanza del
Evangelio, ‘el poder del Espíritu Santo… lleva [el
mensaje] al corazón de los hijos de los hombres’ (2 Nefi
33:1)” (Manual de Instrucciones de la Iglesia”, Libro 2:
Líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares,
1999, págs. 362–363).
3. ¿Qué función cumple el maestro en la enseñanza del
Evangelio?
“No podemos esperar influenciar a otros en dirección
a la virtud a menos que vivamos en una forma virtuosa;
el ejemplo de nuestra propia vida transmitirá un mensaje
más poderoso que todas las predicaciones que hagamos.
No podemos esperar elevar a otros a menos que nosotros
mismos nos encontremos en un terreno más elevado”
(Gordon B. Hinckley, “Resistamos el mal”, Liahona,
febrero de 1976, pág. 28).
“Debemos… hacer que nuestros maestros hablen con el
corazón en lugar de hacerlo por medio de los libros, que
expresen su amor por el Señor y por esta invalorable obra,
y, de alguna forma, ese mensaje hará eco en el corazón
de aquellos a quienes enseñen” (Gordon B. Hinckley,
Teachings of Gordon B. Hinckley, págs. 619–620).
“El maestro del Evangelio nunca estará satisfecho con
solamente presentar un mensaje o predicar un sermón.
El maestro excelente del Evangelio desea ayudar en la
obra del Señor de brindar la vida eterna a Sus hijos”
(Dallin H. Oaks, “La enseñanza del Evangelio”, Liahona,
enero de 2000, págs. 97–98).
Invite a los alumnos a compartir ejemplos de maestros que
hayan utilizado esos principios durante su enseñanza.
Pregunte: El haberlos empleado, ¿qué impacto tuvo en el
aprendizaje de los alumnos?
Comparta la siguiente declaración del élder Dallin H. Oaks,
miembro del Quórum de los Doce:
“No cabe la menor duda de que las Escrituras son la
fuente principal de nuestra comprensión de la doctrina
del Evangelio de Jesucristo…
“Debemos recordar también que, a medida que leamos
las Escrituras, es necesario que el Espíritu del Señor
ilumine nuestra mente… Desde que las Escrituras se
escribieron (o se expresaron) bajo la influencia del Espíritu
Santo, no se han podido comprender correctamente a
menos que se hayan leído bajo la influencia del Espíritu
Santo” (“Studying the Scriptures”, discurso pronunciado
en el campo de la Universidad BYU de Hawai, el 14
marzo de 1986, págs. 6, 8; véase también 2 Timoteo 3:16;
2 Pedro 1:21).
Doctrina y Convenios 42:30–42, 53–55, 70–73. Los
santos que viven la ley de consagración hacen convenio
de recordar a los pobres al consagrar sus bienes a la
Iglesia del Salvador. (40–45 minutos.)
Antes de comenzar la clase, con cinta engomada o con un
marcador trace una raya en seis vasos transparentes. Trace
las líneas a diferentes alturas. Llene un vaso hasta la raya, tres
más arriba de la línea que ha trazado y dos por debajo. (Si lo
desea, utilice agua con colorante.) Coloque una etiqueta en
una jarra que diga: El almacén del obispo.
Muestre a los alumnos el artículo de un periódico que hable
sobre las dificultades económicas que padecen los pobres o
sobre los esfuerzos que se hagan para ayudarlos. Pregunte:
¿Desde cuándo ha habido pobres sobre la tierra? Lean
Deuteronomio 15:11; Lucas 14:12–14; Jacob 2:17–19. Pregunte:
¿Qué ha enseñado el Señor acerca de los pobres? Los alumnos
deben comprender que en todas las épocas, el Señor nos ha
mandado cuidar de los pobres.
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