Doctrina y Convenios e Historia de la Iglesia - Seminaries ...

Doctrina y Convenios 102
“La restauración del Evangelio y el establecimiento de
la Iglesia del Señor no podían efectuarse sino hasta que
los padres de la patria se erigieran y terminaran sus
misiones preordenadas. Esas grandes almas, que fueron
responsables de la libertad que disfrutamos, reconocieron
que los guiaba la mano de la Providencia. Por la labor
que realizaron estamos en deuda con ellos, pero estamos
más en deuda aún con nuestro Padre Celestial y con
Su Hijo, Jesucristo. ¡Cuán afortunados somos de vivir
donde las bendiciones de la libertad y del Evangelio de
Jesucristo están a nuestro alcance!” (The Teachings of
Ezra Taft Benson, 1988, pág. 604).
Introducción
Doctrina y Convenios 102
Cuando se organizó la Iglesia en abril de 1830, José Smith
y Oliver Cowdery fueron ordenados, respectivamente, primer
élder y segundo élder (véase D. y C. 20:1–3). En marzo de 1832,
el profeta José, en su calidad de Presidente de la Iglesia, escogió
consejeros para prestar servicio junto a él en la Primera
Presidencia, quienes fueron ordenados en marzo de 1833
(véanse los encabezamientos de D. y C. 81 y 90). Para enero
de 1834, la Iglesia tenía más de tres mil miembros, algo menos
que el número de miembros que por lo general tiene una estaca
en la actualidad. El aumento de miembros creó la necesidad
de ayuda adicional en el gobierno de la Iglesia. En febrero de
1834, el Señor mandó a José Smith organizar el primer sumo
consejo de la Iglesia (véase D. y C. 102:1–11) y dio instrucciones
para efectuar consejos disciplinarios (véase D. y C. 102:12–27).
El primer sumo consejo era en cierta forma diferente de los
sumos consejos de estaca de nuestros días; tenía jurisdicción
general sobre toda la Iglesia y lo presidía la Primera Presidencia.
Cuando se organizaron otras estacas, se nombró una presidencia
de estaca y un sumo consejo separado para cada una de ellas.
Dado que ese primer sumo consejo se organizó casi un año
antes de organizarse el Quórum de los Doce Apóstoles, algunas
de las instrucciones de la sección 102 se aplican también a la
Primera Presidencia y al Quórum de los Doce, quienes ahora
tienen jurisdicción general sobre toda la Iglesia.
Algunos principios importantes
del Evangelio para tener en cuenta
• El Señor estableció consejos para gobernar los asuntos de
Su Iglesia (véase D. y C. 102:1–2; véase también D. y C. 78:9;
107:85–89).
• El Señor organizó los consejos disciplinarios de la Iglesia
para proteger al inocente, ayudar al pecador y mantener a
la Iglesia libre del pecado y aceptable a Dios (véase D. y C.
102; véase también D. y C. 107:77–84).
Otras fuentes de estudio
• La historia de la Iglesia en la dispensación del cumplimiento de
los tiempos: Religión 341–343, págs. 134–136.
• Doctrina y Convenios, Manual para el alumno: Religión 324–325,
págs. 229–231.
Sugerencias para la enseñanza
Doctrina y Convenios 102:1–11. El Señor estableció
consejos para gobernar los asuntos de Su Iglesia.
(15–20 minutos.)
Si usted vive dentro de los límites de una estaca, escriba en la
pizarra los nombres de tres o cuatro miembros del sumo consejo
de estaca. Pida a los alumnos que digan qué llamamientos
tienen esos hombres en la Iglesia. Lean el encabezamiento de
Doctrina y Convenios 102 y los versículos 1–2, 4, 6–11. Pregunte:
• ¿Cómo se organizó el sumo consejo de Kirtland?
(véase el vers. 1).
• ¿Cuáles eran algunas de sus responsabilidades?
(véase el vers. 2).
• ¿Qué se requería de ellos antes de que pudieran obrar?
(véanse los versículos 4, 6–8).
• ¿Quién preside el sumo consejo? (véanse los versículos 9–11).
• En la actualidad, ¿qué otros consejos existen en la Iglesia?
(Consejos familiares, consejos de barrio, consejos de estaca,
el Consejo de los Doce, etc.)
• ¿Por qué el Señor utiliza consejos para hacer la obra de la
Iglesia?
“Pida a un alumno que lea la siguiente declaración del
élder M. Russell Ballard:
“Cuando hacemos un esfuerzo colectivo, creamos
sinergia espiritual, o sea, un incremento en la eficacia
como resultado de la cooperación, cuyo resultado es
mucho más grande que la suma de sus partes.
“El antiguo moralista y fabulista griego Esopo, con el fin
de ilustrar la fortaleza del sistema de colaboración, mostró
una vara y pidió de entre sus escuchas a un voluntario
que pensara que podía romperla; claro está que el
voluntario pudo quebrar la vara con mucha facilidad.
Pero después, Esopo fue agregando más varas a la
primera, hasta que al voluntario le fue imposible
quebrarlas todas juntas. La moraleja de la demostración
es muy simple: Juntos podemos generar cooperación, lo
que nos hace mucho más fuertes que cuando actuamos
solos” (“Fortalezcamos los consejos”, Liahona, enero de
1994, pág. 90).
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