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Lecturas Segunda Septiembre 2012 - Insumisos

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¿Puede haber para el civismo una base obligatoria que no sea coercitiva, es decir, que no sea impuesta desde<br />

arriba o desde afuera (como si fuera una moral heterónoma)? Sí puede haberla, cuando se parte de una<br />

reciprocidad que se explica por las necesidades humanas, antes que por las libertades. Esas necesidades se<br />

inscriben en la obligatoriedad de reproducir la vida, so pena de perecer si no está hecho. La vida no está<br />

“dada” ni es un regalo –algo distinto de un don. La libertad sin necesidad es muchas veces un privilegio que<br />

descansa en que algo “invisible” –o incluso menospreciado o negado- sostiene la vida.<br />

Marcel Mauss quiso en su tiempo mostrar que el don podía servir de base para el civismo moderno o la<br />

“civilidad”.[29] El Ensayo sobre el don de Mauss es mucho menos conocido en América Latina que la obra de<br />

Lévi-Strauss, quien dio una visión del intercambio cual circulación de mujeres, bienes y palabras, o incluso<br />

que la de Maurice Godelier, quien también se acercó a la obra de Mauss. No son de excluir simplificaciones o<br />

incluso contradicciones en Godelier, ya que no todos los capitalismos ni en todas las épocas se rigen por el<br />

intercambio, y el “mercado” es una noción vaga. No se trata aquí de reivindicar el “mercado” como base del<br />

civismo, ni de un intercambio cualquiera, mercantil: se trata fundamentalmente de otra cosa, de<br />

reciprocidad. La obligación de devolver lo recibido, que extraña un tanto a Godelier (pese a que lo que más le<br />

interesa a este autor es lo sagrado cuando no se transfiere), implica que no se está en una economía de<br />

crédito ni en una de renta, sino en un intercambio cuya igualdad iría más allá de lo económico (de la<br />

“equivalencia” de lo que se dona, tomando en cuenta que aquí ni de precios se trata). Si se quiere, la<br />

igualdad está en el “significado para el alma”, si se conviene en que quienes donan o contradonan tienen<br />

almas, o si esas “almas” se expresan en los objetos, en el “espíritu de la cosa dada” (donada “con el alma”).<br />

En otros términos, más abstractos: “(…) el don, constata Godelier, en tanto acto pero también como objeto,<br />

puede re-presentar, significar y totalizar el conjunto de las relaciones sociales del que es a la vez instrumento<br />

y símbolo”.[30] La “cosa” donada no es ni siquiera necesariamente cosa, objeto material, y “(…) puede<br />

consistir igualmente en una danza, un acto de magia, un nombre, un ser humano, un apoyo en un conflicto o<br />

en una guerra, etc.”[31] Lo donable desborda lo material porque lo que importa es el sentido que se crea en<br />

las deudas que son obligaciones mutuas. La dependencia recíproca puede parecer arcaica, aunque no es<br />

mero asunto de dependencias, ya que supone tanto obligaciones como ventajas. Mauss es claro sobre el<br />

carácter obligatorio del don: “ya vemos, pues, escribe al empezar el Ensayo sobre el don, cuál es el tema. En<br />

la civilización escandinava y en muchas otras, los intercambios y los contratos siempre se realizan en forma<br />

de regalos, teóricamente voluntarios, pero, en realidad, entregados y devueltos por obligación”[32].<br />

¿Ventajas? La de poder contar con ayuda en caso de necesidad, por ejemplo. Cualquier comunidad rural lo<br />

entendería si hay que precaverse de las inclemencias del tiempo y sus efectos en las cosechas. Otra cosa es<br />

un mundo que cree poder estarse sin “pasar necesidades”.<br />

El don supone igualdad, así haya jerarquías: “(…) como resultado de esos intercambios, explica Godelier, los<br />

dos asociados se hallan en situación de equilibrio, ya que la igualdad de sus estatus, si bien podía existir<br />

antes de que se realizase el don inicial, queda restaurada por el contradon final”[33]. En este sentido, el don<br />

no es un favor que lleve a quien lo recibe a contraer una deuda que por cierto queda reducida mediante el<br />

contradon. Es decir, al no ser un favor, ni la “caridad que ofende”, parafraseando a Mauss, lo donado no<br />

instaura una desigualdad. No cuenta el “resultado” contante y sonante: cuenta lo que “dice” el don de las<br />

relaciones sociales y de lo que se entiende por “mutuo”. Y lo que “dice” es que se excluye la violencia que<br />

supondría negar al otro, negando la igualdad: no se niega al dar, ni el que recibe niega al devolver, puesto<br />

que hay asignación de lugares y equilibrio. “Las sociedades, concluye Mauss, han progresado en la medida<br />

en que ellas mismas, sus subgrupos y, por último, sus individuos, han sabido estabilizar sus relaciones, dar,<br />

recibir y por último, devolver”[34]. “Así es, prosigue, como el clan, la tribu y los pueblos han aprendido –y eso<br />

deben aprender a hacer mañana, en nuestro mundo llamado civilizado, las clases, las naciones y también los<br />

individuos- a oponerse sin masacrarse y a darse sin sacrificarse los unos a los otros”[35]. Si no hay mutuo<br />

reconocimiento de “lugares”, son más probables el sacrificio y la beligerancia. No está de más observar que<br />

tampoco es posible que todo se intercambie y no hay aquí mercantilización generalizada: hay objetos que no<br />

se donan, sino que se guardan, siendo “preciosos” –o sagrados, una dimensión que estudia con detalle<br />

Godelier. El don no excluye la preservación de lo propio de cada quien, ni la esfera de lo sagrado. En todo<br />

caso, en la igualdad y el reconocimiento del lugar de cada uno existe a juicio de Mauss una garantía contra<br />

la violencia. La lógica del don no es puramente formal. La reciprocidad se muestra en actos.

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