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Lecturas Segunda Septiembre 2012 - Insumisos

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diferencia de lo que sigue sucediendo en países como Chile e incluso Brasil, donde el año pasado las fuerzas<br />

armadas protestaron públicamente por la intención del gobierno de crear una comisión de la verdad, los<br />

militares no desempeñan aquí ningún rol en la vida política. Ni siquiera en momentos de crisis.<br />

Argentina es, junto a Costa Rica, uno de los pocos países de la región que diferencia claramente seguridad<br />

(interior) de defensa (exterior), línea estratégica que ninguno de los gobiernos elegidos desde 1983 se ha<br />

atrevido a modificar, lo que de paso sirve para confirmar que una política de Estado –entendiendo como tal<br />

aquella que trasciende a un gobierno determinado y se torna más o menos permanente– no es una decisión<br />

que la dirigencia política toma alrededor de una mesa, escribe en un papel y queda congelada para siempre,<br />

sino el resultado de una cierta combinación de fuerzas políticas, equilibrios sociales, historia y cultura. Casi<br />

siempre como producto de un trauma, una política de Estado nace cuando una fuerza hegemónica, en este<br />

caso el alfonsinismo, impone una medida exitosa que luego es asumida como propia por el resto de los<br />

partidos.<br />

Mi tesis es que la frontera de hierro que separa seguridad de defensa constituye una conquista democrática<br />

que, bien utilizada, podría funcionar como el eje político-conceptual para un proceso amplio de reforma<br />

policial. Y, una vez más, alcanza con mirar al resto de la región para confirmar que la oportunidad es única.<br />

En Brasil, por ejemplo, los militares ayudan a combatir el dengue, se ocupan de la seguridad en el carnaval y<br />

hasta de una institución tan clásicamente civil como los bomberos. Pese a estas facultades ampliadas, la tasa<br />

de homicidios en las favelas de Río o los barrios más pobres del Nordeste (más de 80 por cada 100 mil<br />

habitantes) se acerca a la de países en situación de guerra civil. A veces, como en México, el tema se<br />

complica por la superposición y el solapamiento: además del Ejército, que desde hace siete años incrementó<br />

sus funciones en seguridad interna, existen en México 500 mil efectivos policiales divididos en ¡2.094!<br />

cuerpos de policía diferentes.<br />

Transversal<br />

Hay diferentes formas de analizar las cuestiones pendientes en Argentina. Una posible es identificar focos de<br />

problemas y especular sobre eventuales soluciones (como en el dossier incluido en esta edición). Otra,<br />

complementaria de la anterior, es buscar ejes que crucen diferentes áreas y que permitan echar una luz más<br />

horizontal sobre diversos aspectos. Una revisión rápida de la agenda periodística de los últimos meses<br />

confirma que la cuestión del federalismo ha reaparecido, y en este sentido podríamos decir que el problema<br />

de Argentina es hoy, entre otras cosas, jurisdiccional.<br />

El conflicto con Mauricio Macri por el subte, la disputa con Daniel Scioli, los tironeos con Córdoba por las<br />

jubilaciones… detrás de todos estos temas se encuentra la relación entre el Estado nacional y los estados<br />

sub-nacionales. Pero incluso cuestiones menos evidentes exigen para su comprensión cabal un enfoque<br />

federal. Un buen ejemplo es la reforma impositiva: en los últimos años, como señalan diversos estudios, la<br />

presión fiscal nacional aumentó mucho más que la provincial, que además se ha venido concentrando en los<br />

impuestos más regresivos (ingresos brutos y sellos) por sobre los progresivos (inmobiliario y patentes). Esto<br />

ha creado situaciones absurdas, como el hecho de que la presión tributaria en provincias ricas como Santa Fe<br />

(3,95 % del PBG) y Córdoba (3,65 %) sea similar a la de distritos pobres como Santiago del Estero (3,53) o<br />

Chaco (3,35). En otras palabras, la construcción de un orden fiscal más justo y eficiente requiere un enfoque<br />

federal (2).<br />

La reforma policial es otro ejemplo. Desde la llegada de Nilda Garré al Ministerio de Seguridad, el gobierno<br />

nacional encaró un proceso de revisión de las fuerzas federales en apariencia positivo pero cuyos resultados<br />

todavía no son evidentes. El corazón del problema, sin embargo, no reside en la policía federal o la<br />

gendarmería nacional sino en las policías provinciales, mal capacitadas, peor pagas y casi siempre<br />

entramadas con los poderes mafiosos locales.<br />

El tema es complicado. Por un lado, como señala Sebastián Etchemendy (3), no tiene mucho sentido<br />

reclamarle al kirchnerismo que ponga un límite a la represión brutal de las policías provinciales al mismo<br />

tiempo que se le exige que cuide el federalismo. Pero también habrá que admitir que el gobierno nacional<br />

cuenta con una batería de instrumentos para –sin vulnerar la autonomía de las provincias– generar criterios<br />

comunes, establecer pisos e inducir políticas, tal como ha hecho positivamente con la paritaria nacional<br />

docente o el protocolo sobre aborto no punible.

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