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Lecturas Segunda Septiembre 2012 - Insumisos

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En el campo de la sociología, la obra inaugural de Emile Durkheim (1858-1917) encarna ejemplarmente las<br />

apuestas básicas sobre las que se basaría la nueva ciencia, aun en gérmenes, y que definirían a la vez su<br />

objeto y sus objetivos. Se sabe que la opción inalterable del pensamiento durkheimniano, heredero fiel, en<br />

este punto, de su predecesor Auguste Comte, es la cuestión del orden social y que, en los límites de esa<br />

cuestión, van ocupando su lugar los conceptos de base, los cuales reenvían, por un lado, a la naturaleza (no<br />

al origen) del lazo social (conciencia colectiva, solidaridad, división del trabajo) y, por otro, con arreglo a una<br />

línea de reflexión menos conocida pero no menos fundamental, a las características y a la función del Estado.<br />

La operación, cuyos alcances superan ampliamente lo teórico, que moviliza al pensamiento durkheimniano,<br />

apunta a los requisitos para la construcción del orden social sobre bases justas y sostenibles. Alrededor de<br />

esa problemática, Durkheim propone un conjunto articulado de conceptos de base, los cuales remiten, como<br />

hemos señalado, a las propiedades del orden social (conciencia colectiva, solidaridad social, división del<br />

trabajo, regla, anomia) y a sus transformaciones.<br />

El desafío que cabe a Durkheim asumir consistirá en dar razón del nuevo orden social (ya en gran medida<br />

establecido, pero amenazado por sucesivas crisis), orden surgido de la revolución industrial y del desarrollo<br />

exponencial de la producción capitalista. Será cuestión, ante todo, de fundamentarlo en tanto orden, esto es,<br />

de situarlo –respetando su especificidad– en una realidad más amplia: aquella que los avances de las<br />

ciencias naturales van revelando de manera cada vez más espectacular. Ante el descubrimiento de leyes<br />

naturales que concentraban en una fórmula un saber inmenso sobre el universo, ante el hallazgo continuado<br />

de nuevas propiedades y regularidades en las materias inorgánica y orgánica, ante la capacidad incremental<br />

de investir en innovaciones tecnológicas al saber recientemente acumulado, la hipótesis clásica del pacto o<br />

del contrato revelará su ingenua inconsistencia, sólo explicable por las espejistas ilusiones del Iluminismo.<br />

Se tratará también de fundar el orden social en un segundo sentido, esto es, como un orden legítimo,<br />

moralmente valioso, positivo. En suma, la doble interrogación a la que la obra de Durkheim buscará<br />

responder será, por una parte, cómo la sociedad, aun poseyendo una realidad propia, se inscribe en el orden<br />

natural y, por otra, de justificar cómo ese orden, en tanto orden moral, merece el aprecio y hasta la<br />

veneración de los hombres.<br />

A partir de este objetivo, Durkheim se esforzará por hallar un criterio sólido con el cual validar esta doble<br />

naturaleza de la ciencia social. Aquí entra en juego esa suerte de complicidad que liga a la naciente<br />

sociología con las ciencias biológicas. El modo en que en la obra de Durkheim se verificará esa complicidad<br />

será diferente de la de sus antecesores, Herbert Spencer y el ya mencionado Comte. Estos últimos toman de<br />

dichas ciencias la idea de evolución. Durkheim hace suya esta idea. El tema darwiniano de la “lucha por la<br />

vida” constituye unos de los hitos principales de la demostración que Durkheim desarrolla en La división del<br />

trabajo social (1893). Pero aquello que sobre todo busca en las ciencias biológicas es un criterio seguro,<br />

“científico” si se quiere, para articular de un modo coherente, por un lado la dimensión cognoscitiva y por<br />

otro el sesgo normativo y ético, de la nueva ciencia. Como es sabido, la oposición entre lo “normal” y lo<br />

“patológico” proporcionará la base conceptual de ese criterio, base que perdurará más allá de las relaciones,<br />

a veces polémicas, a veces amigables, que mantendrá con las metáforas de cuño organicista y, en general,<br />

biológico.<br />

El alcance de esta pareja de opuestos es en Durkheim central. En efecto, ella cumple, por una parte, un papel<br />

de orden “epistemológico” en el sentido en que la noción de “patológico” permite (con sospechosa facilidad,<br />

por cierto) librarse los hechos que contradicen a las leyes “descubiertas” por el sociólogo. Pero, además, esa<br />

oposición otorga a Durkheim un criterio para respaldar de un modo sencillo y unívoco una moral social<br />

positiva, que salvaguarde la coherencia con la ciencia social. Ya que, por definición, lo patológico es malo,<br />

negativo, repudiable, en tanto que lo normal es bueno, positivo y deseable. Y puesto que lo normal y lo<br />

patológico pueden ser científicamente detectados y diagnósticados, sociología y ética, como los hechos a los<br />

valores o como el ser al deber ser, están en cambio perfectamente integradas en un esquema<br />

complementario, con arreglo al modelo de lo que cabría llamar una clínica social.

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