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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />
antiguas, mientras que la vieja música refl ejaba una nueva base ideológica de<br />
la religión negra. Ambas estaban profundamente enraizadas en una historia<br />
y una cultura común.<br />
Dios y el Diablo habían cohabitado el mismo universo durante la esclavitud,<br />
no como polos opuestos sino más bien como personajes complejos que<br />
tenían poderes diferentes y que entraban en relación con los seres humanos. A<br />
veces también se engranaban en términos bastante equitativos. Como Henry<br />
Louis Gates Jr. y otros autores han expuesto, el demonio era a menudo asociado<br />
con el embaucador orisha Legba, o Elegua, de las religiones yoruba. 18 Algunos<br />
de los cuentos tradicionales que Zora Noale Hurston presenta en Mules<br />
and Men [Mulas y hombres] retratan al diablo no como el mal encarnado, sino<br />
como un personaje con quien era posible identifi carse en situaciones cómicas.<br />
Al hablar del hogar religioso en el que creció, Ida Goodson, decana del blues,<br />
señala que estaba prohibido en su casa cuando era pequeña. Sin embargo, ella<br />
y sus amiguitos tocaban y cantaban blues a menudo cuando sus padres estaban<br />
fuera. En las ocasiones en las que sus padres aparecían inesperadamente, hacían<br />
fácilmente la transición a la música góspel sin perder el ritmo:<br />
Mi madre y mi padre eran personas religiosas. Les gustaba la música, pero les gustaba<br />
la música de Iglesia. No les gustaba el jazz como a nosotros. Ni siquiera podíamos<br />
tocar jazz delante suyo en nuestra casa. Pero en cuanto se daban la vuelta, se<br />
iban a la asociación o a la Iglesia, a uno u otro sitio, íbamos a buscar a los hij os de<br />
nuestros vecinos para meternos en casa y tocar blues y pasar un buen rato. Aún así,<br />
teníamos a una chica en la puerta vigilando para ver si volvían el señor o la señora<br />
Goodson. Porque sabíamos la que nos caería si volvían y nos pillaban. Si veíamos<br />
que mi padre o mi madre volvían a casa, la chica decía: «Ahí viene el señor Goodson».<br />
En ese momento, estarían tan cerca de nosotros, que cambiaríamos el blues,<br />
cantando «Jesús me guarda cerca de la cruz». Después, mi madre y mi padre se<br />
unirían a nosotros y todos juntos cantaríamos canciones de Iglesia. 19<br />
18 Véase Henry Louis Gates, Jr., The Signifying Monkey: A Theory of African-American Literary Criticism,<br />
Nueva York, Oxford University Press, 1988, capítulo 1.<br />
19 Christine Dall (dir.), Wild Women Don’t Have the Blues, Calliope Film Resources, 1989, videocasete.<br />
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