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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />
este era indudablemente negro. Todo el mundo se preocupó, y se barajaron las<br />
conjeturas de que fuera un problema de sangre o de estrangulamiento. Pero el<br />
médico, cuando se le preguntó la causa, respondió con gravedad que era un<br />
niño negro. Se produjo un cónclave familiar, el chófer lo supo y, abandonando<br />
su propia familia, se dirigió hacia el Oeste y nunca más volvió. Tan pronto<br />
como la señora Marshall pudo viajar, se la envió lejos por ser la vergüenza de<br />
su familia. Su marido murió ese mismo año con el corazón destrozado.<br />
Ebezen Fowler, el hombre de color más rico del condado de Issaquena (Misisipi)<br />
fue asesinado a tiros en la calle el 30 de enero de 1885 en Mayersville,<br />
antes del anochecer, por un grupo armado de hombres blancos que le llenaron<br />
el cuerpo de balas. Le acusaron de escribir una nota a una mujer blanca del<br />
lugar, nota que interceptaron y que probaba que existía una relación íntima<br />
entre ellos.<br />
Se podrían citar cientos de casos similares pero ya hemos presentado los<br />
sufi cientes como para probar la afi rmación de que hay mujeres blancas en el<br />
Sur a las que les place la compañía afroamericana así como hay hombres blancos<br />
conocidos por su preferencia por las mujeres afroamericanas.<br />
Es improbable que haya una sola ciudad en el Sur en la que no se dé un<br />
caso similar, y de ahí que podamos reiterar la afi rmación de que «nadie en el<br />
Sur cree en el viejo cuento / pura mentira de que los <strong>negros</strong> violan a las mujeres<br />
blancas». Por ello, hay una demanda creciente por parte de los afroamericanos<br />
de que la culpabilidad o inocencia de las partes acusadas de violación<br />
se establezca exhaustivamente. Saben que los hombres de esta parte del país<br />
que rechazan hacerlo no se mueven por el deseo de castigar a los violadores,<br />
tal y como pretenden. Las aseveraciones de los destacados hombres blancos<br />
muestran que para ellos no es el crimen lo importante, sino la clase. El obispo<br />
Fitzerald se ha convertido en el apologista de los que linchan a los violadores<br />
de mujeres… blancas únicamente. El gobernador Tillman (Carolina del Sur)<br />
declaró, en el mes de junio, bajo el árbol de Barnwell en el que habían sido<br />
ahorcados ocho afroamericanos el año anterior, que «se pondría a la cabeza<br />
de la multitud para linchar a cualquier negro que hubiera violado a una mujer<br />
blanca». Así hablan los púlpitos, los funcionarios y los periódicos del Sur. Pero<br />
cuando la víctima es una mujer de color, las cosas son diferentes.<br />
El pasado invierno en Baltimore (Maryland), tres rufi anes blancos asaltaron<br />
a la señorita Camphor, una joven afroamericana, cuando paseaba con un<br />
joven de su propia raza. Sujetaron a su acompañante y la violaron. Fue un acto<br />
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