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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />
imaginario imperante sobre la gente negra es y ha sido central para la mayoría.<br />
Esta práctica es crucial a la hora de subvertir la ortodoxia fotográfi ca, pues<br />
reta la «naturalidad» de las normas y debilita así la asunción de las ideologías<br />
de los discursos dominantes. Esta función crítica se extiende al señalamiento<br />
de las instituciones fotográfi cas, que perpetúan y animan la producción y<br />
reproducción de imágenes que no contradigan los intereses dominantes de<br />
la sociedad. Tales monopolios ideológicos han sido lentamente erosionados<br />
a través de varias intervenciones iniciadas en los últimos años por fotógrafos<br />
<strong>negros</strong>, que han comenzado a transformar las bases ideológicas de los discursos<br />
dominantes fotográfi cos blancos. La táctica postmoderna de sus intervenciones<br />
pone el énfasis en la «diferencia», la «otredad» y la «pluralidad»,<br />
y rechaza la presión hegemónica hacia la universalidad, que en el pasado ha<br />
servido efi cazmente para suprimir las voces y perspectivas de la «minoría».<br />
Controlar la producción de imágenes de nuestras comunidades y de nosotras<br />
mismas es una estrategia fundamental, lo cual resulta evidente para<br />
muchos fotógrafos <strong>negros</strong>. Históricamente y a lo largo del mundo, las fotografías<br />
de personas negras han sido tomadas por intrépidos fotógrafos<br />
blancos en busca de lo «exótico», lo «diferente», las «categorías antropológicas<br />
nativas» o el «colorido local» ―creando mitos, fi cciones y fantasías que<br />
quedaban refl ejadas como elementos «naturales», propios de los encuentros<br />
entre <strong>negros</strong> contemporáneos o colonos migrantes y la predominante población<br />
blanca de las metrópolis.<br />
Los sistemas de representación han engendrado constructos ideológicos<br />
que reducen a las personas negras y migrantes a una humanidad distorsionada<br />
y humillante; refl ejan a menudo los miedos y las ansiedades de la cultura<br />
dominante sobre la presencia «alienígena» y la supuesta amenaza que conlleva.<br />
Las formas culturales de dominación en las metrópolis han defi nido<br />
sistemáticamente a la gente negra como un «Otro» patológico. Las diferencias<br />
de color de piel se han convertido en símbolo de seres humanos limitados<br />
e inferiores intelectual y culturalmente; se representa a las personas negras<br />
como salvajes y primitivas, personas que no han alcanzado aún la madurez y<br />
que, por ende, conforman una humanidad incompleta.<br />
Las imágenes juegan un papel crucial en la defi nición y el control del poder<br />
político y social al que tienen acceso tanto individuos como grupos marginados.<br />
La naturaleza profundamente ideológica del imaginario determina<br />
no sólo cómo otras personas piensan sobre nosotros, sino también cómo nosotros<br />
pensamos sobre nosotros mismos. Por ello, muchas mujeres migrantes,<br />
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