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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 87<br />
cuenta de hasta qué punto su raza es inferior a la otra en todo lo que nos convierte<br />
en grandes personas e intentan «desquitarse» mediante la insolencia, que siempre<br />
responde al resentimiento de los inferiores. Hay <strong>negros</strong> bien educados entre nosotros<br />
y resulta verdaderamente desafortunado que tengan que sufrir, incluso parcialmente,<br />
el castigo de las ofensas cometidas por otros más bajos, pero así son las cosas en el<br />
mundo. Los inocentes deben sufrir por los culpables. Si los <strong>negros</strong> poseyeran en su<br />
totalidad una centésima parte de la dignidad que evidencian mediante su cortesía<br />
algunos que el Scimitar puede nombrar, la fricción entre razas se reduciría al mínimo.<br />
No ayudará a zanjar la cuestión alegar que muchos hombres blancos también<br />
están favoreciendo el confl icto. Los canallas caucásicos simplemente obedecen a los<br />
instintos de una disposición depravada y rara vez son deliberadamente groseros u<br />
ofensivos para con extraños o mujeres indefensas.<br />
El canalla negro, sin embargo, tiende a este tipo de ofensa y casi invariablemente<br />
escoge a sus víctimas entre personas blancas.<br />
El 9 de marzo de 1892, se linchó en la misma ciudad a tres de los mejores jóvenes<br />
afroamericanos de después de la guerra. Eran pacífi cos y enérgicos hombres<br />
de negocios que respetaban la ley. Creían que el problema se debía resolver<br />
evitando la política y poniendo dinero en el monedero. Eran los dueños<br />
de una próspera tienda de ultramarinos en un barrio densamente poblado de<br />
Memphis; un hombre blanco llamado Barrett tenía otra en la esquina opuesta.<br />
A raíz de un problema personal, Barrett fue a «Ultramarinos Popular» y<br />
desenfundó una pistola; Calvin McDowell lo golpeó y éste (Barrett ) amenazó<br />
con «echarlos». Estos hombres se encontraban a una milla de los límites de la<br />
ciudad y de la protección de la policía; al escuchar que los amigos de Barrett<br />
iban a atacarlos el sábado por la noche, reunieron fuerzas y se prepararon<br />
para defenderse contra este ataque.<br />
Cuando llegó Barrett , iba a la cabeza de una partida de policías, una docena,<br />
que después declararon ir a la caza de un hombre contra el que tenían una<br />
orden de arresto. Nunca se ha explicado por qué esos doce hombres vestidos<br />
de civiles pensaron que era necesario ir en mitad de la noche a arrestar a un<br />
hombre al que nunca antes habían arrestado, y contra el que no había registro<br />
criminal alguno. Cuando entraron por la puerta trasera, los jóvenes pensaron<br />
que estaban ejecutando la amenaza y les dispararon. Tres de los policías<br />
resultaron heridos y cuando los defensores se dieron cuenta de que habían<br />
disparado sobre policías, depusieron las armas y salieron.