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Feminismos-negros-1

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

de la sociedad igbo». 36 Dos de las organizaciones que Judith van Allen encuentra<br />

relevantes fueron las inyemedi, o esposas de cierto linaje, y las umuada, o hij as<br />

de un linaje. Los encuentros de las umuada «resolvían disputas dentro del linaje,<br />

tanto entre sus “hermanos” como entre sus linajes de origen y maritales». En<br />

tanto que estas reuniones rotaban entre los pueblos de los casados, «formaban<br />

una parte importante de la red de comunicación de las mujeres igbo». Las inyemedi,<br />

por otro lado, se encontraban en reuniones, en las que tomaban parte<br />

varios pueblos, llamadas mikri: reuniones de mujeres que tenían en común el<br />

lugar de residencia y no tanto el lugar de nacimiento (ogbo).<br />

Las mikri parecen haber tenido un papel muy importante entre las mujeres en el<br />

autogobierno diario y haber articulado así sus intereses, en tanto que opuestos a los<br />

de los hombres.<br />

Las mikri dotaron a las mujeres de un foro en el que desarrollar sus capacidades<br />

políticas, así como de un medio para proteger sus intereses como comerciantes,<br />

granjeras, esposas y madres. 37<br />

Los hombres reconocían la legitimidad de las decisiones y normas de las mikri,<br />

que no sólo resolvían disputas entre mujeres, sino que también imponían reglas<br />

y sanciones que afectaban directamente al comportamiento de los hombres.<br />

Las mikri podían imponer multas por la violación de sus decisiones, y si<br />

éstas eran ignoradas, «se sentaban encima» del ofensor o se ponían en huelga.<br />

«Sentarse encima» o «hacerle la guerra» a un hombre suponía reunirse en su choza a<br />

una hora acordada previamente, bailar, entonar canciones difamatorias detallando<br />

los motivos de queja de la mujer contra él (y habitualmente insultarle, en el trascurso,<br />

poniendo su hombría en cuestión), golpear su casucha con los palos de mortero<br />

usados para machacar el ñame y, en casos extremos, destruir su choza (lo que normalmente<br />

suponía arrancar el tejado). 38<br />

36 Ibídem, p. 62.<br />

37 Ibídem, p. 69.<br />

38 Ibídem, p. 61.<br />

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