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I Used To Be Your Sweet Mama 143<br />
No es necesario aceptar la invocación esencialista de Cone de una única «verdad»<br />
metafísica de la experiencia negra para extraer de su descripción un elemento<br />
clave sobre por qué el blues fue condenado como la música del Diablo:<br />
recurría a la conciencia sagrada, incorporándola, y representaba así una seria<br />
amenaza para las actitudes religiosas.<br />
Levine enfatiza las fronteras borrosas entre lo sagrado y lo secular, tanto<br />
en la música góspel como en el blues. No sería la secularidad del blues lo que<br />
produjo tal castigo por parte de la Iglesia, sostiene, sino más bien, y precisamente,<br />
su naturaleza sagrada.<br />
El blues no era amenazador porque fuera secular, en primer lugar; se protestaba<br />
contra otras formas de música secular de forma menos enérgica y, a menudo, ni se<br />
protestaba. El blues era amenazador porque sus portavoces [spokemen] y sus rituales<br />
proporcionaban muy a menudo los canales expresivos colectivos de alivio que<br />
fueron, en el pasado y durante mucho tiempo, propios del terrero de la religión. 25<br />
Aunque ambos, Cone y Levine, hacen referencias a Mamie Smith, «Ma» Rainey,<br />
Bessie Smith y otras mujeres que compusieron e interpretaron canciones<br />
de blues, tienden a ver a las mujeres en una posición marginal, como la mayoría<br />
de los estudiosos. Obsérvese que en el pasaje citado arriba, Levine se refi ere<br />
explícitamente a «los» portavoces del blues. Sustituyéndolo, simplemente,<br />
por «las» portavoces, su argumento pasaría a ser más convincente y revelador<br />
de la nueva conciencia religiosa sobre la que escribe.<br />
Las prácticas del blues, como Levine afi rma, tendieron a apropiarse de los<br />
canales de expresión previamente religiosos, y esta apropiación estaba asociada<br />
con las voces de las mujeres. Las mujeres evocaban respuestas sagradas a<br />
sus mensajes sobre sexualidad. 26 Durante este periodo, la conciencia religiosa<br />
quedó cada vez más bajo el control de las iglesias institucionalizadas y el control<br />
25 Levine, op. cit., 1975, p. 273.<br />
26 Julio Finn apunta que «el antro es al blues lo que la Iglesia es a los espirituales, y el cantante<br />
de blues está en su púlpito. Al contrario de la atmósfera sagrada que reina en la Iglesia, el antro<br />
se defi ne por su carácter escandaloso: el ruido, los cigarrillos y la bebida son elementos sin los<br />
cuales sería completamente distinto, en tanto que eso alteraría la música, que está en no pequeña<br />
medida determinada por ese ambiente». Julio Finn, The Bluesman, Londres, Quartet, 1986, p. 202.<br />
Desafortunadamente, Finn limita su debate a los hombres del blues y no considera el papel de<br />
las mujeres.